El fin de Superman...
…Superman con sus poderes había ganado la gratitud de todo el mundo y lo llamaban “el protector de los débiles” pero ahora, en esta historia imaginaria, se convierte en... “El supermendigo de Metropolis”.
-Pensé que siempre sería el guardián del mundo.
-¡Qué ironía!
-He sido sustituido en todo, en esta época.
-Soy un inútil en este mundo de computadoras.
Palabras de Supermán en Superman, nº 859, 12 de abril de 1972.
Empezamos a leer el episodio prologado en la carátula. “Cierto día de la ultima década del siglo XX...”, Superman, escondido tras unas gafas negras y en su silla de ruedas, esta mendigando, a la salida de un estudio de TV, con un cartelito en el cuello: “Ayuden a este invalido.” El productor Jaime Olsen reconoce a su viejo amigo Superman cuando este trata de recoger torpe e infructuosamente la moneda que se le lanza en el platillo.
Acuden los transeúntes: “¡Dame tu autógrafo! ¡Espera! ¡Haré un reportaje sobre tu vida!”
El héroe se ve obligado a huir: “¡El una vez invencible Superman en plena fuga! ¡En una silla de ruedas!” “¡No sean crueles!”, exclama el inválido.
Nos encontramos en un día imaginario del futuro, en que la ciencia venció al superhombre, haciendo de el una reliquia del pasado. ¿Cómo sucedió? Conozcamos... El secreto de la silla de ruedas.
Perseguido, superman elude el cerco de sus ex admiradores y se refugia en un edificio ruinoso de esta ciudad donde –signo del futuro solidario- esta prevista “la construcción de una unidad habitacional en cooperativa”. Pero su antiguo amigo Jaime logra seguir su rastro y lo localiza. Superman, efusivo, le cuenta su largo calvario:
- “Mis poderes se esfumaron. Cada día me ponía peor y me despidieron. Sin dinero me corrían continuamente... Di millones de caridad; ¡que miseria!”
- ¿Y no te vio algún doctor?, le pregunta Jaime.
- No fui a la beneficencia porque había niños. Soy uno de sus héroes, no debo defraudarlos. No entraré.
Jaime lleva a Superman al consultorio de un psicoanalista.
- ¿Cuándo advirtió la perdida de sus poderes?
- Empezó con mis fracasos, doctor...Todo me salía mal... (Flashback: con el moderno "flotador gigante", ya no se necesitaba la fuerza de Superman para reflotar los barcos en perdición; con el gran invento del "rayo láser" que detiene ciclones y tormentas, impedimos que el pueblo se inundara sin tu ayuda, Superman. "Los científicos han logrado transformar el humo de los incendios y de las industrias en una lluvia de abonos útiles a la cosecha". No se necesita de bomberos milagrosos. Con la ciencia ya sales sobrando, Superman.)
(Como lo comprueba en un dialogo anterior el propio hombre de acero: Soy inútil en este mundo de computadoras.)
El diagnostico del especialista es nítido:
- Estás pasando por una histeria mental. Cierto tipo de miedo que apareció al creerte inútil (...) quizás una terapia te sirva.
- Inútil todo, Jaime. Ya estoy acabado.
Luego de un breve período de recuperación, donde para salvar de las llamas a una pareja de ancianos que dio su vida a la investigación científica recobra efímeramente su vigor y poder sobrenatural, Superman se da a la evidencia de su inutilidad y admite su derrota definitiva.
“El mundo ya no me necesita. El hombre se basta a si mismo. Me iré de este planeta. En alguna parte debe haber un mundo donde si necesiten a Superman.”
Lo menos que se puede decir es que la historieta anterior es un tanto insólita. Pues buscar la muerte o provocar la decrepitud del héroe que semana tras semana, con renovado vigor, ha alegrado tanto a su creador como a sus lectores, no entra en las reglas de fabricación de los productos de la cultura masiva. La legalidad particular a este modo de producir cultura no concibe el envejecimiento de Superman, como tampoco concibe el retiro de Tarzan...
Tomado de La Cultura Como Empresa Multinacional, de Armand Mattelart.
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