el ícono

un árbol de navidad
Pocas cosas son más frías que un árbol de navidad. Un plástico seco casi edulcorado y fabricado en líneas de montaje reticuladas que luego lo embalarán en cajas toditas iguales y sin más diferencia que unas letras impresas que indican las dimensiones del árbol cual código genético de un pino en un monte boreal de Canadá. 
Tener un árbol de navidad no existe, era antiguo en el S XX, hoy directamente es una pieza de colección de los hábitos absurdos de una humanidad decadente y supersticiosa. Tener un coso de esos es caer en una iconización burda enmarcada en un mito; un display de terrajismo y mal gusto. Es casi casi como pensar que existe el amor. Un árbol de navidad es la imagen idílica de una planta, es un vegetal sin recina ni savia, sin insectos muertos pegados, sin corteza que desprender o lamer ni viejos clavos oxidados con los hacernos cicatrices al caer, un árbol de navidad es una herencia enfermo de algo olvidado por el tiempo. 
Qué tengan una feliz navidad, en especial los pequeños humanos, para quienes un árbol de navidad existe... y el amor también.

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