Este año...

Siempre que han intentado matarme, siempre que me bannean viene un tipo y me explica que todo desaparece, que las cosas que salen bien se miden desde el día a día, no desde las intenciones de un tercero. Siempre hay alguien que no puede hacer algo y alguien a quien le faltan el respeto, y yo trato de no ser ninguna de esas dos personas. Pero por sobre todas las cosas trato de no ser el que le dice al resto qué no puede hacer, el que falta el respeto. 
Tengo un catalogo de cosas que nunca entendí, una lista de dolores, frustraciones, envidias... También discutí, hice copias de conceptos, como un artista y sin plataforma que me fagocite traté de crear mi propia contracultura. Vivir en mi incertidumbre es más fácil de lo que a simple vista parece. Quienes inventaron esto nunca salieron del mote de under fracasado, y yo no tuve, tengo ni tendré a esta altura, otra pretensión que la de desarrollar un hobbie. 
No quiero ser masivo ni iluminar a nadie, tampoco tener que explicar lo que hago, los textos que tengo encarados, los dibujos mentales que hice y el collage de ideas que como un streaming fluye en mi cabeza.

Durante los últimos años vi a un perro morir, me ahogué en llanto sin decir mucho al respecto, y una buena mañana, en una playa de frontera, encontré una guitarra semi-enterrada. Caminé varios kilómetros al sol con los pies mojados, volví y la guitarra ya no estaba. 

No exijo honestidad, acepto a las personas con sus horrores, pero a veces me encuentro vapuleado y sin estructuras de donde manotear. Ya no hablo de amor, no idealizo doncellas encantadas y el peso del género hizo de mí una persona sumamente falible e incompleta. Me gusta lo que hicieron las preguntas conmigo, lo admito. Estoy conforme con mis dudas.

Un coso en red me ayuda a cruzar en la calle, sigo siendo rechazado por mi cuerpo y un profundo nihilismo irrumpe como un aparato que cada tanto malfunciona. El híbrido carne-microchip que habito mal que bien la va llevando, espacio y tiempo no me pertenecieron ni me pertenecen. Siempre fui un neófito que vivió contemplando la enfermedad, el temor, las temperaturas y los paroxismos. La muerte hoy para mí es barro y miel, tomarse selfies y escuchar timbres sinusoidales por todos lados. 

El estandarte que el resto sostiene, en mí evita las formas. Trato de no defender muchas causas más que la educación y no joder al resto. Soy una partícula aislada enfundada en una armadura de espejos, y trato de corregir una sola vez las cosas. 
Con honestidad y verborragia tejo un mundo reticulado sin almíbar, el macabro sustrato de sustancias que posibilitan el andamiaje social va a seguir ahí. Estamos en el imperio de las adicciones tuteladas y del público masticando la sensación de agotamiento de toda una generación de pibes que, desde la periferia existencial, sólo están por acá para dejar al tiempo hacer lo que sabe hacer: oxidar cosas.


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