La industria de que creas que sos feliz

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Hemos optimizado los procesos vitales hasta el aturdimiento. Con una montaña digital de datos innecesarios -muchos de ellos sobrevalorados, o directamente mal leídos...- que buscan determinar qué somos y que es el mundo pero no explican más que una acumulación de información sesgada que pretende encajonar personas y hacernos entender que sí, el mundo mejor ahora que sabemos lo que queremos. 

Nos estamos ahogando en un datismo furioso, cuyas tempestades nos sacuden sin rumbo ni función real. En esa optimización de desarrollos vitales dejamos de lado la función de algunas preguntas, porque ahora nos interesa más la información que podemos obtener exprimiendo algoritmos cuya única finalidad es controlar interacciones, medirlas y tratar de hacerlas previsibles. El dolor se ha vuelto un objetivo a eliminar en la sociedad óptima, la enfermedad solamente es una cosa que debe ser resuelta, como un ejercicio matemático, un problema que te mandan como tarea domiciliaria en el secundario. 

La misma sociedad que alguna vez fue de producción y consumo ahora se está tornando en paliativa, donde lo que se busca es aliviar con urgencia cualquier sufrimiento causado por la complejidad de interrelaciones a la que vivir nos enfrenta. 

Posindustriales, poscapitalistas, posheroicos, sin demasiada fé en que pueda existir algo mejor en esa entelequia llamada futuro, portamos un cuerpo hedonista, posdisciplinado, donde las relaciones de poder que nos afectan ya no consumen la carne para hacerlo objeto del pecado, ahora la dibujan, le ponen marcas y cicatrices de tinta, señales de los que nos gusta, azotó o de lo que buscamos. Sin orientación alguna hacia alguna finalidad constructiva ulterior, nuestros cuerpos desarrollan una postura de rechazo hacia el dolor e imprimen en nuestras decisiones ese horizonte. Un dolor vacío, mudo y carece por completo de significado o función nos adormece cada día cuando ya no estamos ensordecidos por la inundación comunicativa de la cual este post en un blog forma parte (es hora de dejar de leer el post...). 
Como ya no tenemos un cuerpo disciplinado, sino ahora hedonista, la búsqueda que en otro momento era de libertad y albedrío ahora es superficial; buscamos gustarnos y gustar, nos disfrutamos en nuestra cáscara y sólo vemos las imperfecciones que el cuerpo porta (sean estéticas o médicas) como desperfectos a corregir, la insatisfacción se ha vuelto una cosa que puede ser resuelta, una cara más de la ansiedad. 
Desear y no usufructuar, tener y no bastarse, ser conscientes de que subyace una frustración que será tapada con químicos, ejercicio y dinero movilizan los cuerpos hacia una filosofía de vida acelerada y yoística, donde la primacía del cómo me siento aplaca la profundidad de qué soy.

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