El efecto CSI_

Es más preocupante de lo que parece: un médico forense está encargado de la recolección de pruebas, de la búsqueda del criminal, de atraparlo, de su enjuiciamiento y de su encarcelación. Pavada de forense. Este tipo de producciones, capaz que divertidas para mucha gente, no hacen otra cosa que distorsionar la idea de las estructuras que componen una sociedad. Tenemos muchos casos en los que suponemos impericia de parte de la medicina forense o incapacidad (hasta mala intención o negociados raros y corrompidos) cuando en realidad hablamos de una realidad, observable en aquel hiper mediatizado caso de Natalia Martínez o en el (más cercano temporalmente) de Nadia Cachés... La medicina forense tiene los límites que tiene la ciencia, y la ciencia es por definición “incompleta y ajustable”. Una huella digital se borra o se deteriora con el paso de un par de horas, se esfuma de una pared por la sola acción de un poco de humedad en ambiente, se vuelve ilegible ante un viento un poco fuerte nomás... eso sucede en la realidad, pero no en CSI, donde toda huella lleva nombre y apellido. Una gota de sangre, ante un tratamiento no apropiado que no la refrigere expele alcohol en cuestión de menos de un día. Podemos pasar de tener una gota pura de sangre a tener alcohol en sangre en unas horas nada más, pero eso en CSI nunca sucede, una gota de sangre nos dice siempre un nombre, una dieta y hasta un estado de ánimo. De ese tipo de desavenencias tenemos a galones, el trillado ejemplo de “la hora de muerte” de tal o cual persona no es más que una ordinaria exageración digna del mejor cuento de Isaac Assimov. En medicina forense apenas si podemos determinar en algunos casos cuántos días de muerto lleva una persona, ni en el mejor de los casos podríamos decir “murió tal día entre las 4 y 5 y media de la tarde”, como hacen en cada uno de los putos capítulos de Ci-Es-Ai. Este tipo de programitas de TV generan problemas como comentaba, generan un gran error de apreciación o paralaje entre la realidad y la ficción, puesto que entreveran cosas reales con cosas ficticias y en ningún momento lo avisan, hecho que genera errores “educativos”. Además de que los forenses de CSI saben literatura, ciencia, biología, física, química, matemática, termodinámica, derecho, retórica, hermenéutica, deporte, psicología, cocina, esoterismo y religión; lo cual los convierte en wikipedias ambulantes totémicas y no en personas. A eso le añadimos que 2 de cada 3 capítulos tienen la siguiente estructura “tenía tetas grandes, apareció muerta, le gustaban los puteros, era rubia, era sexi ¿quién la habrá matado?” lo cual lo convierte es un show porno-policial propio de la industria más barata y liviana. Otro problema que tiene CSI es que educa a quien quiera matar, robar o lo que fuere sobre el tipo de cosas que no debe hacer para no ser descubierto. Y exageran tanto la utilidad de cada “prueba” que encuentran en “la escena del crimen” que si yo mañana quiero salir y matar a alguien, me alcanza con mirarme un par de capítulos y sacar tips de los detalles que debo cuidar para no ser descubierto. Dos problemas más tiene todavía esta serie: uno, que siempre ubican al culpable, y que en el 95% de los casos pongamos, por decir un número, se trata de la primer persona que agarran. Esto genera la ansiedad judicial ante un crimen en “el mundo real”, dado que “no puede ser tan difícil atrapar a una persona, puesto que cualquier cosa es una prueba y sirve como punto de partido para terminar descubriendo hasta cuándo se afeitó por última vez el asesino”. Dos, genera una alianza discordante en la practica entre ciencia y leyes. Si bien es cierto que la ciencia es útil para la resolución de casos legales, no lo es todo. La ciencia falla, y hay miles de ejemplos a mano, aparte del nada menor detalle de que para que una muestra de sangre dé un resultado confiable (dije confiable, no absoluto, lo más que pueden dar son resultados confiables) tenemos que estar hablando de al menos una gota de sangre, conservada en perfecto estado desde el momento de su extracción, a temperatura perfecta y sin agentes contaminantes. Situaciones que no son posibles encontrar en una gota de sangre “bajo una uña” o “en el borde de un jarrón roto” como frecuentemente vemos en CSI. En un juicio real, no siempre una prueba científica computa un símil de garantía judicial. Ante una sociedad que cada vez sabe menos, en un mundo en el que cada vez hay más cosas para saber, y una sociedad hiper televisiva en la que todo lleva envoltorio publicitario y televisado, deberíamos cuestionarnos la utilidad de este tipo de programas, su emisión así como funciona actualmente y su mera existencia.

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