El Aleph
Hobbes, Kierkegaard, Kafka, Schopenhauer... Todos autores que volaron la cabeza de un tal Jorge Luis Borges y lo fueron llevando a otro concepto interesante en literatura: El Aleph.
Previo describirlo, el cuento.
Aleph (“א”, para los hebreos) es la primera letra en los alfabetos hebreo, protocananeo, arábigo y persa, además es el nombre con que se conoce al primer manuscrito de lo que hoy es la Biblia.
Borges lo describe como "una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, cuyo diámetro sería “de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba allí, sin disminución de tamaño”.
Según Borges, el Aleph es el punto mítico del universo donde todos los actos, todos los tiempos (presente, pasado y futuro), ocupan “el mismo punto, sin superposición y sin transparencia”. De lo cual se desprende que el Aleph representa el infinito.
El Aleph era usado por los persas como símbolo del Buey, ese ideograma mutó hasta ser la letra A, que si la damos vuelta patas para arriba aún hoy es un dibujo de la cabeza de un buey con sus cuernos. Todo se conserva, todo se repite, el infinito convive acá, al lado tuyo.
Borges lo describe como "una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, cuyo diámetro sería “de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba allí, sin disminución de tamaño”.
Según Borges, el Aleph es el punto mítico del universo donde todos los actos, todos los tiempos (presente, pasado y futuro), ocupan “el mismo punto, sin superposición y sin transparencia”. De lo cual se desprende que el Aleph representa el infinito.
El Aleph era usado por los persas como símbolo del Buey, ese ideograma mutó hasta ser la letra A, que si la damos vuelta patas para arriba aún hoy es un dibujo de la cabeza de un buey con sus cuernos. Todo se conserva, todo se repite, el infinito convive acá, al lado tuyo.
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