Iteraciones en el sonido
El cuarto disco de Daughter acaba de ser editado y fortalece la identidad que estos británicos ya compusieron; este es un breve acercamiento a uno de los discos del año
Parece poco probable pero a veces lo inverosímil tiene prohibido no suceder: quedan bandas que hacen discos, quedan bandas que hacen discos temáticos.
Stereo Mind Game es el nombre de la nueva placa pero también funciona como un Aleph que condensa el concepto de sus 12 canciones, que se imbrican en un mar de ecos, que van ronroneando en un ritmo por momentos febril, ahogado en sinuosas reverberaciones y agudos como en un macabro juego. Pincha emociones, extrae fluidos y los inyecta en huecos donde fragilidades y memorias traumáticas anidaron tiempo atrás.
Está claro que sólo podemos conocer el sonido y la interpretación que le damos, si como dijo Pitágoras hace 2500 años, la materia física es música solidificada, Daughter dio sonidos a un amanecer helado en el que corre una tibia brisa marina que nos afloja la tensión cotidiana de despertar cansados y sólo querer desenchufarnos un poco de horarios, obligaciones, reclamos, deudas y ansiedades. Y es que Stereo Mind Game es eso, ahogar la vida en un montón de música que te acompaña mientras, como en el meme, todo se prende fuego.
Lejos de aquella declaración de guerra a la extinción de 2016, Not To Disappear, Daughter navega sus canciones como si a partir de ellas pudiésemos olvidar lo ténue y evanescente que es la vida misma, huidiza a cada segunda entre cada murmuro, parpadeo, sollozo y pellizco.
Parece poco probable pero a veces lo inverosímil tiene prohibido no suceder: quedan bandas que hacen discos, quedan bandas que hacen discos temáticos.
Stereo Mind Game es el nombre de la nueva placa pero también funciona como un Aleph que condensa el concepto de sus 12 canciones, que se imbrican en un mar de ecos, que van ronroneando en un ritmo por momentos febril, ahogado en sinuosas reverberaciones y agudos como en un macabro juego. Pincha emociones, extrae fluidos y los inyecta en huecos donde fragilidades y memorias traumáticas anidaron tiempo atrás.
Está claro que sólo podemos conocer el sonido y la interpretación que le damos, si como dijo Pitágoras hace 2500 años, la materia física es música solidificada, Daughter dio sonidos a un amanecer helado en el que corre una tibia brisa marina que nos afloja la tensión cotidiana de despertar cansados y sólo querer desenchufarnos un poco de horarios, obligaciones, reclamos, deudas y ansiedades. Y es que Stereo Mind Game es eso, ahogar la vida en un montón de música que te acompaña mientras, como en el meme, todo se prende fuego.
Lejos de aquella declaración de guerra a la extinción de 2016, Not To Disappear, Daughter navega sus canciones como si a partir de ellas pudiésemos olvidar lo ténue y evanescente que es la vida misma, huidiza a cada segunda entre cada murmuro, parpadeo, sollozo y pellizco.
La costumbre, para muchos dañina, de hacer música cuando deberías abrazar a alguien, ya se vuelve un hábito: Canciones que te tiran una soga para salir del pozo y esperar por algo mejor, porque dejar de esperar no es sentarse a llorar.
Lo único que puede preocupar de Stereo Mind Game es que la ferocidad de lo vulgar y del on demand amenazan con hacerlo desaparecer más rápido que temprano; pero sabremos sobrevivir también a su ausencia... algunos sonidos sólo querés que te atraviesen y no necesitás que te habiten. Ya volveremos a pedir perdón sólo para salvarnos a nosotros mismos, ya algo volverá a dolernos tanto como para no poder determinar dónde es que nos está doliendo exactamente, y cuando esto suceda Daughter editará su próximo disco, para darnos otra mano.
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