La industria de la perfección escalable y monetizable

Hay una industria que te dice que estás roto. Que te falta algo. La industria de la perfección escalable y monetizable. Sus biblias comparten rezos para tener más amigos, dicen que sólo hay que juntarse con gente a la que denominan "exitosa", porque eso que llaman "éxito" se ve que se contagia. Dicen que tenés que arreglarte ya, ser eficiente, rendir, producir, competir, manipular personas. Que tenés que convertirte en una máquina optimizada para el éxito y la inspiración, que eso debe ser la razón de tu vida. Lo dicen literal. Y si no llegás, te cae encima la culpa. Porque siempre hay una versión “mejor” de vos que deberías estar persiguiendo y estás dejando pasar. Una que, como un espejismo, se aleja cada vez que creés haberla alcanzado.

Pero quizás no estés roto. Quizás estés sobreviviendo. Y sobrevivir ya es bastante, a los hechos me remito, hay una epidemia de salud mental, hace años, cómo mínimo en toda la región. Porque no es tan fácil como cuando eras un gurí —si tuviste la suerte de que alguien velara por tus intereses, muchos ni es
o—. Y en medio de todo eso, se vende una imagen de lo que se supone que deberías ser. 
Gurises que creen que ser alguien es tatuarse de pies a cabeza con caricaturas de masculinidad y animalitos, cortarse el pelo como si fueran parte de una pandilla que sólo existe en TikTok, tomarse todo para la joda, ir al gimnasio y presumir que chuparon del mejor culo cual si fuese un trofeo. Gurisas que creen que triunfar es pesar lo mínimo posible, mostrarse consumidas por un ritmo estandarizado, encerrarse a bailar solas en su habitación frente a un teléfono, ir al gimnasio y presumir haber sido validadas por quien “importa”, que chuparon la correcta.

El ideal se volvió una pose, una mimesis. Lo único en lo que dudo es si estamos asistiendo al ocaso de una civilización o si la cultura de masas fue siempre la misma colección de tumores mentales que sólo promueven valores que te terminan enfermando. 

Mientras tanto, hay gurúes que aparece a ritmo de 4 o 5 abajo de cada piedra. Gente que nunca ojeó un libro de física pero habla de “saltos cuánticos” mezclando energía con estados de ánimo, que confunden espiritualidad con mercadotecnia emocional. Y en ese ruido, se pierde algo esencial: que no siempre hay una mejor versión de vos. Ponen anzuelos edulcorados para que personas con vacíos emocionales piquen y alimenten una secta alienante y deshumanizante. 
A veces, lo mejor que podés hacer es seguir respirando. Estar. Ser. No rendirte.
No porque sea glorioso, sino porque es suficiente. Quizá no sea necesario que hoy seas "la mejor versión de vos", por ahí alcanza con que te aceptes un rato. 

Aceptar no es rendirse. Es dejar de castigarte por no ser perfecto.
Es mirar lo que sos sin filtros, algoritmos o slogans. Y es entender que ser humano no siempre significa superar a otros, a veces sólo significa no desaparecer.

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