Se aleja del tejido de humos enredados, compuesto de vesículas cargadas de aceites espesos, pensamientos retorcidos. Se consume en un éxtasis de contenidos descartables, lo fatuo le hipnotiza, lo breve fascina su atención sometiéndola, reduciendo la totalidad orgánica de la materia a un recuento celular, un latigazo hormonal. La vehetesis se embebe en quien la padece, convierte a quien la practica en el ser practicado. Su valor radica en su ausencia, como un hueco en un cubo, su aislamiento de material propicia una habitabilidad. Crea vectores de potencia que no se integran a nada, resbalan toda superficie. Vivir en Vehetesis no se puede decir bien que sea vivir, es más bien dejarse ir. Y todo va por dos razones, porque lo empujan, y porque nada lo frena.
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