Cap. XXV
seguramente le haré retoques en la redacción. no me convence. es un fragmento de paul feyerabend todavía no sabe qué hacer con todo esto, la novela eterna que hace 10 años redacto, borro y redacto de nuevo
Sus ochenta y dos años no habían pasado en vano. De un tiempo a esta parte le sucedía muy a menudo una picazón en el escroto, como un escozor altamente desagradable que lo llevaba a rascarse con saña, manipulando su entrepierna con la violencia de un andropáusico frustrado. Sonó el timbre (¿soñó el timbre?), y sonó con más de media hora de retraso, lo cual para un señor de más de 80 años significa una total falta de respeto, pues esa media hora vale como un año si consideramos la cantidad de horas de vida que le quedan al octogenario. Al abrir la puerta se encontró de frente con lo que le habían advertido, un microondas, uno de expresión tímida y retraída, pero microondas al fin. Como asesor de imagen, el octogenario estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de clientes: músicos adictos a sustancias desconocidas para el común de los humanos, actores pedófilos, actrices con complejo de Edipo no resuelto y periodistas deportivos abominables y grotescamente soberbios, henchidos de sí mismos. Nada le parecía raro o complejo a su edad, así que con un gesto amable invitó al microondas a pasar y comenzó a explicarle cómo lograría que el electrodoméstico gane las próximas presidenciales.
- tengo algunas dudas sobre mi competencia para el puesto al que me postulo - titubeó el microondas.
- no se preocupe, usted no es el primer imbécil al que convierto en Presidente de un país - explicó el publicista.
- perdón ¿cómo dijo?
- que usted no es el primer deficiente mental al que le hago poner una banda presidencial.
- ah, bueno - concluyó el microondas con satisfacción.
Sus ochenta y dos años no habían pasado en vano. De un tiempo a esta parte le sucedía muy a menudo una picazón en el escroto, como un escozor altamente desagradable que lo llevaba a rascarse con saña, manipulando su entrepierna con la violencia de un andropáusico frustrado. Sonó el timbre (¿soñó el timbre?), y sonó con más de media hora de retraso, lo cual para un señor de más de 80 años significa una total falta de respeto, pues esa media hora vale como un año si consideramos la cantidad de horas de vida que le quedan al octogenario. Al abrir la puerta se encontró de frente con lo que le habían advertido, un microondas, uno de expresión tímida y retraída, pero microondas al fin. Como asesor de imagen, el octogenario estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de clientes: músicos adictos a sustancias desconocidas para el común de los humanos, actores pedófilos, actrices con complejo de Edipo no resuelto y periodistas deportivos abominables y grotescamente soberbios, henchidos de sí mismos. Nada le parecía raro o complejo a su edad, así que con un gesto amable invitó al microondas a pasar y comenzó a explicarle cómo lograría que el electrodoméstico gane las próximas presidenciales.
- tengo algunas dudas sobre mi competencia para el puesto al que me postulo - titubeó el microondas.
- no se preocupe, usted no es el primer imbécil al que convierto en Presidente de un país - explicó el publicista.
- perdón ¿cómo dijo?
- que usted no es el primer deficiente mental al que le hago poner una banda presidencial.
- ah, bueno - concluyó el microondas con satisfacción.
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