La cárcel problematizada
saudade II, de DingoShoes lifes a dream. intervenida |
Metemos gente en cárceles caóticas, y los hacemos cumplir castigos incapacitantes y que no educan, disuaden ni construyen. No sólo no sirve para nada sino que es macabro en términos de lógica. Cárceles que en realidad son indebidamente enormes, como con una idea enfermiza de que si la cárcel es gigante va a ser mejor porque podés meter más chorros adentro para que se pudran bien podridos y te salgan peor.
Al unísono, pila de gente reclama "penas más duras", dándole la razón a Foucault (que no es que acierte en todo pero tampoco lo vamos a criticar porque sí...) cuando dijo que "el aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo permanentemente" (el panóptico, ver Vigilar y Castigar).
Las cárceles, como las escuelas (centros de encierro por excelencia), tienen que ser reducidas. Sólo se así se puede trabajar sobre lo básico: personas sometidas a encierro (parcial o total). Asimismo, del mismo modo que un escolar usa un uniforme, un preso debe usar uno, porque en el centro de encierro se busca desmantelar el yo, unificarlo con la masa, para operar sobre él ejerciendo violencia simbólica (básicamente y en resumidas cuentas, el concepto bourdesiano de educación) y su comunicación con el exterior tiene que estar filtrada. Todo esto es aburrido de decir y se parece mucho a lo que en la calle se conoce como "ponerse la gorra" pero nada es porque sí. El desemsamble del ser y sus valores se opera también con gestos simbólicos como uniformizar la apariencia y controlar parte de la comunicación. Es una quimera reconstruir civilidad sin siquiera un mínimo gesto uniformizante que señale que el Estado se metió en la persona para edificar desde dentro.
Tenemos un sistema penitenciario que funciona perfectamente mal, porque trabaja como una máquina de convertir rastrillos en ladrones de Bancos. Si algo sale bien ahí adentro no es por el Sistema sino por los ovarios y huevos de gente que se parte el lomo remando para mejorarlo.
Se ignora a los presos como si la cárcel terminase desde los muros del recinto sostenido en el aire hacia adentro. La cárcel no toca el suelo (es un edificio suspendido sobre pilotes) no sólo para evitar fugas, no toca el suelo porque delira con una curación mágica. El sistema es casi perfecto para cumplir con su verdadera función, que es romper la vida de gente que viene rota (casi siempre) de fábrica. Cada tanto y muy a pesar de su intrincado y buen funcionamiento enfermizo, se le escapa algún que otro rehabilitado, errores del sistema, gente que le falla a su destino y sale queriendo laburar. Y en muchísimos casos hablar de "re-habilitación" es más un eufemismo con fines didácticos que una dato de la realidad, porque para estar re-habilitado antes hubo que estar "habilitado", y esa no es la situación de la mayoría de quienes entran a una cárcel, que suelen ser inhabilitados del sistema desde su nacimiento.
Es un sistema pensado desde la órbita del ministerio del interior, pensado por lo tanto como represión y no como re-educación. Es más o menos como pasar las escuelas a la órbita del Ministerio de Defensa. La cárcel moderna, que nació para evitar la injuria de torturar, hoy es un centro declarado de tortura, ni siquiera clandestino. En Vigilar y Castigar aprendimos que los medios de castigo pasaron de castigar el cuerpo, fuente y fruto del mal, negar la naturaleza humana; para luego castigar "el alma, prisión del cuerpo". El siglo de las luces, que inventó la "Libertad" como entelequia, por transitiva (al parirla) la articuló como un instrumento de castigo pasivo (retención de la condición de ser libre). La cárcel castiga quitando libertad, pero sino re-educa perece en su infertilidad. Retener y no educar es como mandar a los niños a una guardería en vez de a una escuela, y pretender que se doctoren.
La educación pública llega a la cárcel porque la persona en algún momento tiene que salir. Por eso el contenido tiene que ser el mismo que el de afuera.
Comentarios