Mucho más que Loser
Hyperspace (2019), producido por Pharrell Williams, sirvió para devolver a las bateas a un artista que muchos consideraban como un olvidado vestigio de los años 90. Cosmopolita, vanguardista y con ese resabio folk LO-FI que lo acompaña desde el comienzo de su carrera, Beck renació con este disco para demostrarnos que además de vigente, está en su mejor momento. No conforme con eso, ahora re-edita el disco llevándolo por un viaje visual interestelar en el cual su música se enreda con imágenes de misiones de la NASA, curadas por la propia agencia espacial y editadas con maestría. Además, editó una partida limitada del LP en formato de vinilo a la que sumó canciones inéditas, una funda holográfica y un libro con imágenes de la NASA para cada canción.
No es la primera vez que Beck rompe los esquemas de la industria musical y crea un concepto que parece salido de una fantasía. En 2012 y después de prepararlo por ocho años, editó un libro de 20 partituras y más de 100 páginas de arte. Hay que horadar muy profundo en la industria musical para encontrar un músico que haya editado un disco sin grabar ni un sólo minuto de su música, haciéndolo como lo hubiese hecho un compositor de música de cámara. Las canciones de Song Reader (el disco en cuestión) terminaron interpretadas por otros músicos y subidas a su sitio web. Así fue como Beck terminó trabajando con una multitud de artistas, desde Jack White hasta el colombiano Juanes, pasando por Norah Jones o Jack Black.
Dos platos
Beck creció viviendo en primera persona el ambiente artístico que se respiraba en La Factoría de Andy Warhol. Construyó desde los años 90 una sólida carrera que ya tiene más 15 discos encima y comenzó sus andanzas como músico callejero en los suburbios neoyorkinos. Su popularidad fue tan repentina como masiva e irreverente, pero no parece haberle significado mayores problemas con su soberanía creativa. El arte de Beck nunca fue dócil y el primer hit de su vida, "MTV Makes Me Want To Smoke Crack", es bastante elocuente en ese sentido.
Beck es la clase de persona capaz de truchar un DNI para meterse a estudiar en una biblioteca a donde no podía hacerlo (de hecho lo hizo cuando era adolescente...), su estoica resistencia a las reglas comerciales que rigen el mercado musical es hoy todo un postulado de valores que hace que sus éxitos tengan más valor. Odelay (1996) no sólo es un disco emblemático para su década sino también la provocación de un artista que no dejó que le marquen el camino con migas de pan. Peleado con sus hits comerciales y dispuesto a ser una piedra en el zapato de cualquier avaro mental que ponga el negocio por encima del arte, Beck es a esta altura un impertérrito estandarte de principios, una actitud ante la vida: sean como Beck, no falla.
No es la primera vez que Beck rompe los esquemas de la industria musical y crea un concepto que parece salido de una fantasía. En 2012 y después de prepararlo por ocho años, editó un libro de 20 partituras y más de 100 páginas de arte. Hay que horadar muy profundo en la industria musical para encontrar un músico que haya editado un disco sin grabar ni un sólo minuto de su música, haciéndolo como lo hubiese hecho un compositor de música de cámara. Las canciones de Song Reader (el disco en cuestión) terminaron interpretadas por otros músicos y subidas a su sitio web. Así fue como Beck terminó trabajando con una multitud de artistas, desde Jack White hasta el colombiano Juanes, pasando por Norah Jones o Jack Black.
Dos platos
Beck creció viviendo en primera persona el ambiente artístico que se respiraba en La Factoría de Andy Warhol. Construyó desde los años 90 una sólida carrera que ya tiene más 15 discos encima y comenzó sus andanzas como músico callejero en los suburbios neoyorkinos. Su popularidad fue tan repentina como masiva e irreverente, pero no parece haberle significado mayores problemas con su soberanía creativa. El arte de Beck nunca fue dócil y el primer hit de su vida, "MTV Makes Me Want To Smoke Crack", es bastante elocuente en ese sentido.
Beck es la clase de persona capaz de truchar un DNI para meterse a estudiar en una biblioteca a donde no podía hacerlo (de hecho lo hizo cuando era adolescente...), su estoica resistencia a las reglas comerciales que rigen el mercado musical es hoy todo un postulado de valores que hace que sus éxitos tengan más valor. Odelay (1996) no sólo es un disco emblemático para su década sino también la provocación de un artista que no dejó que le marquen el camino con migas de pan. Peleado con sus hits comerciales y dispuesto a ser una piedra en el zapato de cualquier avaro mental que ponga el negocio por encima del arte, Beck es a esta altura un impertérrito estandarte de principios, una actitud ante la vida: sean como Beck, no falla.
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