Spleen musical

El cantautor uruguayo Jhona Lemole presentó "Celebrar", su quinto disco solista.
Fue el poeta maldito francés, Charles Baudelaire, quien popularizó el concepto de Spleen para referirse a un estado inmotivado de melancolía, a ese suspiro que convierte en plasma los estímulos para trasladarnos a un letargo entre el desasosiego y la paz interior. Quienes seguimos de cerca la carrera de Jhona aprendimos a leer su sonido, y ya estamos en condiciones de decir que Lemole no tiene dos discos parecidos. Cada nuevo álbum posee vida propia, construye un universo cerrado sobre sí mismo pero que hasta ahora parecía desconectado con el anterior. Efusivo y osado, "Celebrar" vino para corregir esta sensación que teníamos y marcar un crecimiento en la obra poética de este prolífico músico uruguayo, quizá uno de los más talentosos de los últimos 10 años.
Las letras, que sonaban inquietas y curiosas en su primer disco, construyeron un relato "En el bosque", que tomó texturas con "Amuleto" y "Adoración", sus últimos estrenos hasta ahora. Es así que este nuevo disco se presenta, ante todo, como el final de un camino, la consecución de un objetivo.
Jhona Lemole compuso canciones poderosas, necesarias para la música del Río de la Plata, más acostumbrada a la ansiedad que a la paciencia. No es un error decir que es su mejor disco, pero no sólo por densidad poética sino también porque funciona como consagración de un crecimiento de paz interior. Cuando escuchamos “Celebrar” entendemos que los cuatro discos anteriores estaban conectados y contaban una gran historia. Un camino de enajenación ante lo cercano, descubrimiento personal y desarrollo poliédrico.

Un rito pagano con forma de canción

Algunos creen que los vacíos existenciales no deberían ser legales, otros dedican horas enteras de arte y otros simplemente han aprendido a desarrollar la capacidad de condensar esa sensación en un puñado de canciones maravillosas, compañeras de avalanchas y travesía. Esta declaración de amor desértica, sin sujeto pero con predicado, es una lúgubre ceremonia entre Joy Division y Nick Cave, donde Bruno Taveira en bajos y las voces de Selina Tarallo y Viviana Stagnaro acompañan a Lemole en ocho canciones de perpetuo extravío urbano, breve lucidez. Hay canciones con síntomas como para diagnosticar un hit, "Volverán a Florecer", por ejemplo, es un Oasis de energía que parece sacado de otra dimensión. “Felices” tiene un Feat apasionado con Camila Rodríguez (de Niña Lobo), que si te agarra distraído puede hacerte tambalear. 
Por perfeccionismo y transparencia, el tema funciona con una musicalidad propia dentro del resto de la obra. Celebrar se interna en el desierto y crea una Golem compuesto por sonido, todo el tiempo te hace preguntarte cosas difíciles de responder. El disco se cierra con tres canciones que restauran todo lo que antes parecía haberse roto en el camino, pero lo hacen con tanta delicadeza que los retazos de poesía son casi imperceptibles. Va a ser difícil salir de esta cima que parece haber alcanzado Lemole, porque de aquí en más, y como se dice en el barrio, la vara quedó alta.

Esta nota fue originalmente publicada en la Revista Clics Eternos

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