conclusiones covidianas


Durante casi dos años tuve la sensación de que existía la posibilidad de que, no sé, vamos a decir una parte grande de la gente que me rodea, pueda interpretar una revalorización de ciertas cuestiones de la vida cotidiana a partir del COVID-19. Uno imaginaba que esa inminencia del final con claustrofobia incluida iba a cernirse como disparador para las reflexiones más existenciales que se podía tener. 

Y creo que en cierta a forma a corto plazo se mostró como algo así. Sobre todo para quienes ya estamos en una edad en la que el ritmo frenético de esta vida anfibia entre lo físico y lo digital se nos ha hecho extremadamente veloz como para poder cacharlo a tiempo. 

En algunas personas percibí una especie de "es ahora" a partir del cual decenas de proyectos truncos antes apenas esbozados ahora comenzaron a tomar forma e hilvanar realidades. Hubo en una parte de la gente una interpretación de que "voy a vivir una sola vez y lo estoy echando a perder". Pero una vez la espuma bajó nos quedamos con este culto a la vanidad, al llega hoy y a domicilio. Hemos tercerizado una parte de la vida en el molde de los deliverys: queremos que nos traigan todo a la puerta de nuestra casa ya mismo. 

Entiendo que soy un anticuado, que porqué no integrarme a las cosas y simplemente dejar que fluyan. No tengo muy claro si tengo una respuesta para esto y me gustaría que no se malentienda, no es una crítica a los hábitos acelerados a partir de la pandemia. Es simplemente que me parece que volvemos a equivocarnos y a obtener de las situaciones la conclusión que menos necesitamos.  

En cualquier caso, sería muy necio no admitir que de los errores se aprende mucho más que de otras vicisitudes de la vida. Me gusta que nos estemos equivocando tanto, no tengo ningún derecho de impedirle a nadie que aprende, que se equivoque. Así que bueno, tal vez el que le erra sea yo, caso en el cual el resultado volverá a ser un aprendizaje. Sea como sea, sigue siendo un gusto.

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