Texto de 2016

me descubro aprendiendo de una encantadora niña de dos años una lección para muchos muy poco elaborada pero para mí totalmente compleja y nueva: se vive con ganas, y se vive con ganas más o menos haciendo lo que a uno se le canta. si no es así que no se viva, pues. además de actitud, esta niña provee al mundo de una carga de energía casi nuclear; y una vitalidad acústica propia de un niño. descubro que tiene un GPS con vasos con agua perfectamente ubicados. no deja vaso con agua sin tirar, los ha tirado todos: de plástico, de espumaplás telgopor, de vidrio, taza, copa, botella, vasos sanguíneos... lo que sea, y los tira SÓLO si tienen agua, ha de ser alguna especie de reivindicación críptica. tiene la notable capacidad de tirar lo no tirable, ciertamente hipnótica.
ayer tomó un poco de agua y dejó el vaso en la confluencia misma de las dos semirrectas que conforman eso que llamamos ángulo de la mesa, no existía modo de dejar el vaso más en el borde, estaba preparando otra de sus obras maestras. providentes, casi con experiencia podría decir, movimos ese vaso en una trayectoria que estaría siguiendo la línea imaginaria del ángulo de 90° que compone uno de los bordes de la mesa: alejamos el vaso del inminente peligro, más concretamente fue la madre de la casa quien sabiamente lo alejó, no tengo mérito.
hoy por la mañana, post gripe, tarado de nacimiento como soy, y en una profunda oscuridad digna del mejor cuento de edgar allan poe, encajé un hermoso cross de izquierda al vaso que, sin más, cumplió con su designio volando por aires para caer estallado en mil pedazos (la cantidad de pedazos no ha sido confirmada oficialmente...), ese vaso estaba DESTINADO a caer, formaba parte de su Hado. shakespeare una vez (supuestamente) escribió que "el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"... con todo respeto (ninguna frase que comience con "con todo respeto" luego termina con algo respetuoso...), no sabés nada, william. ese vaso tenía que caer.
cuando juntaba los restos pensé por un momento en unir las partes y recomponer el utensilio, pero la empresa me pareció absurda dado que por más ahínco y sacrificio que le dedique ese vaso nunca volvería a ser el mismo, podrá quedar intacto pero siempre será "el vaso que se rompió y fue arreglado", en su naturaleza eso irá con él como un mancha indeleble. eso disparó una reflexión aún más barata pero que deseo traer a tema, ya que hay todo un género de la literatura que consiste en agarrar frases hechas y mecharlas con palabras raras adentro de tramas simplonas (un género muy bien desarrollado por galeano o paulo coelho, por ejemplo).
¿cuántas son las cosas en nuestra cotidianeidad que, como este vaso, si se rompen no pueden ser rearmadas?

AAAH ¡qué preguntón!, y si las hay
 
¿por qué las dejamos descuidadamente en los bordes de las mesas, esperando que cumplan con su designio destructivo?.


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