La mosca nihilista

Mosca escruta el horizonte desde un abismo

Una mosca escruta el horizonte con la fijeza de quien espera una señal que nunca llega. Sentada al borde del abismo, observa la luz de la casa, la luz del universo, extinguirse sobre un mar de platos inmoviles, tan indiferente como el destino que nunca le ha mirado a los ojos. No sabe bien qué busca, pero la inercia la empuja a seguir mirando con sus miles de pequeños ojos que registran todo en slow motion blanco y negro, como si en el último instante algo pudiera revelarse, como si hubiese algo que esperar, como si todo lo que acontece no fuese lo mismo repetido indefinidamente.

No hay respuesta. Nunca la hay. Y sin embargo, ahí sigue, adherida baboseando la costumbre de preguntar, como un animal amaestrado que acude al llamado de un dios ausente. La vida no tiene forma y sin embargo ahí sigue, reptando, respirando, avanzando, existiendo sin motivo, ¿de qué sirve volar? Salvo por el simple hecho de que todavía no ha encontrado una razón lo suficientemente contundente para dejar de hacerlo. No es esperanza. Es peor que eso: es la imposibilidad de dejar de ser, aunque el ser carezca de significado.

A su alrededor, la realidad se despliega con la frialdad de una canción matemática que no sabe comprender. El viento sopla olas que golpean porque no tienen otra opción. El mundo sigue su curso sin necesidad de justificación. El absurdo de saberse consciente en medio de todo esto, de saberse un accidente de la biología con suficiente lucidez como para preguntarse por qué. La risa brota seca, involuntaria. Beckett tenía razón: no hay nada que hacer, pero eso no impide que sigamos intentándolo.

Se pone de pie, siempre está de pie, da un paso atrás. No salta. No porque no tenga ganas, sino porque sabe que por más que salte, a último momento siempre elegirá volar. Ya saltó decenas de veces y el final nunca cambia. Y si todo es absurdo, al menos le queda la rebeldía de seguir existiendo a pesar de ello. Quizás, piensa, eso sea lo más parecido a una respuesta.

Mañana será otro día. O el mismo. Qué más da.

Comentarios

También podés leer