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Desde enero, la banda virtual británica Gorillaz ha venido lanzando videoclips en formato single presentados como episodios de una serie web musical que los engloba y lleva el nombre de Song Machine, Season One: Strange Timez.
Una lectura reduccionista dirá “es un disco de Feats”, haciendo referencia a que las 11 canciones del album son colaboraciones con otros artistas. Metiendo el Feat en la llaga responderíamos que ya de por sí, Gorillaz es un Feat interdisciplinario entre un músico como Damon Albarn -ex Blur- y Jamie Hewlett, un diseñador británico involucrado con el mundo de los cómics y creador de todos los personajes ficticios que forman parte de la banda. A este Feat inicial se le integran los demás. Además, los interludios entre cada canción son diálogos entre los integrantes digitales del grupo. Lo que hace Gorillaz pone en duda los límites de la autoría en el arte, ya que sus verdaderos creadores prefieren responsabilizar a los personajes ficticios por el producto que crearon.
Este no es un proyecto para escuchar de pasada mientras vas en el bondi, no es música express para consumir en la cola del súper. Gorillaz te obliga a sentarte, soltar el teléfono y prestar atención para captar la totalidad de lo que está sucediendo. Este revolucionario formato parece ser el inicio de algo, y es la respuesta a la disolución de la industria musical que conocimos hasta comienzos del S XXI. Una industria "cedécentrista", que edificaba toda la carrera de los artistas en torno a la publicación de discos compactos. Es entonces que en los últimos estertores de esa industria, esta obra adquiere un valor vanguardista al convertirse en uno de los pocos intentos para salir del gastado molde que los Beatles hace más de medio siglo constituyeron, interrogando más la forma que el contenido de lo que hoy significa "ser músico". Song Machine es ante todo, una reflexión solapada sobre la ontología de la música y cómo debe editarse de aquí en más. Se manifiesta como un electrochoque para las generaciones actuales, que parecen distantes del ya decadente ritual de sentarse a oír un disco, de poner la vida diaria entre paréntesis para prestarle atención a una sola cosa y no tener la imperiosa necesidad de sumar un grano más de arena a la playa del consumo multipantallas en la que que casi todo occidente parece tomar sol hoy día. Song Machine no se parece a nada. La renovación lo equipara al grado de un Netflix discográfico. No es un disco musical, es un proyecto audiovisual-temático. Nos pone frente a nuevas formas de producción cultural, íntimamente relacionadas con el estado actual de la música. Además de las canciones de Damon Albarn y del abanico de colaboraciones que van desde Robert Smith (The Cure) hasta Elton John, pasando por Beck, St. Vincent o la cantante maliense Fatoumata Diawara, tenemos una temporada entera de una serie con una trama que tiene la clásica estructura de Introducción, Nudo y Desenlace.
The future / is coming on is coming on is coming on...
Strange Timez, esta primer temporada del Song Machine es una respuesta lógica al crecimiento de la banda. La relación entre Albarn y Jamie Hewlett, el ilustrador que lo acompaña, fue idílica al comienzo. Esto se reflejó inmediatamente en Clint Eastwood, una obra perfecta que vociferaba una y otra vez que el futuro estaba viniendo, como una profecía de poco más de 5 minutos que anunciaba que Gorillaz pensaba reformular el concepto de música 20 años más tarde.
A ese inicio feroz y Epónimo (Gorillaz, de 2001) le siguieron casi como fichas de dominó los Demon Days del 2005, Plastic Beach (de 2010) y The Fall (de 2011), que indicaría un agotamiento en el vínculo entre los creadores detrás de los personajes digitales. Recitales en los que participaron The Clash, Bobby Womack y Mos Def, entre otros, fueron opacando la presencia de Hewlett, y Gorillaz por momentos corrió el riesgo de convertirse en una banda estrictamente musical (¡cruz diablo!). La breve disolución se resolvió con un pacto en el cual se acordó que Hewlett tendría la libertad de dotar del espesor que quiera a cada uno de los cuatro personajes ficticios que componen la banda y hasta entonces no habían encontrado la libertad necesaria como para imponer sus personalidades por encima de los personajes de carne y hueso. Hoy Gorillaz se explica por el desborde de la ficción sobre la realidad: 2-D, Noodle, Murdoc y Russel van al frente mientras que Damon y Jamie ocupan el lugar que nunca debieron dejar de ocupar detrás de bambalinas. Humanz ( de 2017), y The Now Now (de 2018) fueron el preámbulo de esta máquina de canciones que hoy desarrolla en su completa extensión a esta banda, cuya relevancia todavía no terminamos de entender.
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