el afuera no es un lugar

A veces no se ve nada en la superficie, pero por debajo de ella todo está ardiendo. 
Y. B. Mangunwijaya, 1998

Dinosaurios de madera descansado, adormecidos en el rincón del lugar. Varios ejemplares de Selecciones del Reader's Digest juntando arañas y un vaso rojo, reseco y de plástico, con forma de bota y una bombilla color blanco incorporada, carcomida por los dientes de leche de lo que alguna vez fue un niño ansioso. Un arcoiris de drogas acompasa la imagen y cuando la culpa ataca... cuando azota siempre tenemos el efectivo recurso de la perdida del conocimiento. Como una soga que te saca del océano de huellas dactilares que tenés en tu espalda. El vúmetro en cero, las botellas de llanto que he acumulado por años convertidas ya casi en una carnicería emocional. Y el movimiento... ah sí, el movimiento detonado por tu recuerdo... por el húmedo de tu persistencia. 
Lo que queda de pensar en vos es una cuerda estirada, que ya no respeta su forma original. Ya no te llamo más en mi memoria, ya no recuerdo tu voz. El laberinto de espejos en el que estuvimos encerrados hoy es un agujero silencioso, el espacio donde antes había una luz parpadeando. La ruina del ser agotado que fui yace ahí. 




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