Montevideo tiene su ciencia


Hilos rotos | LAleman | HUM | 2012 
Hay un espacio de diálogo entre Arquitectura y Epistemología en la última obra de Laura Aleman.
El desarrollo de la ciudad, su ritmo de construcción y urbanismo son analizados por Laura Aleman, quien compuso una obra completa e interdisciplinaria que ayuda a diluir la vieja y atolondrada discusión entre ciencia “dura” y “blanda”, aplicando conceptos de la filosofía del conocimiento a un ámbito que habitualmente aparece condenado por su utilidad, la de crear espacios habitables. Hilos Rotos (Casa Editorial HUM, 2012 ) deja en evidencia que la línea delimitante entre ciencias es, por lo menos, caprichosa. Expone una articulación entre dos núcleos de conocimiento que necesitaban de alguien que efectúe como nexo, aplicando nociones epistemológicas pensadas para la ciencia a un campo que a veces parece más dominado por algoritmos que reflexiones.

Ciudad & Paradigma

Elaboraciones teóricas de Thomas Khun y de Imre Lakatos son el eje en torno al cual gira la obra, su elaboración conceptual. La mixtura llega a punto tal de exponer los correlatos entre la noción de Paradigma en Kuhn y las etapas urbanísticas que han dominado a Montevideo, las cuales al igual que los diferentes paradigmas en Kuhn, se suceden “revolucionariamente”, sin conexión evidente y de forma inconmensurable, más allá del bien y el mal. No es posible juzgar en la indagación urbanística que Aleman hace sobre la ciudad, qué etapa es superior o más constructiva para la ciudad. Y no es posible hacerlo porque el libro de Laura Aleman no es un panfleto político sino que parece comprometido con un tema de fondo, el urbanismo como cosa tangible, como análisis de las líneas de pensamiento directivas durante la historia de la ciudad. A lo largo de la obra se descarta la idea del progreso como “avance hacia algo”, dado que esa noción sólo puede ser evaluada desde el punto de vista de un mismo paradigma. Lo que para una corriente arquitectónica puede ser considerado como “un progreso” puede mañana, bajo otra noción urbanística, ser considerado como “un paso atrás”. En esa puesta en relativo de algo que habitualmente se tiñe de partidismos reside gran parte del valor de la obra. No hay cosa tal como el progreso transparadigmático, el progreso fuera de la cirscuntancia histórica que le rodea.

El planteo de Aleman es importante para abrir una oportuna pestaña en un perfil no siempre observado y que sin embargo, está vigente. Casi paradójicamente, el libro aparece en momentos en que la discusión sobre el uso público de estructuras como los excines (los cuales sistemáticamente se están convirtiendo en recintos comprados por esas casi sectas evangelistas) se encuentra en pleno debate. Una suerte de ley de entropía urbanística marca que tanto como perdemos de espacio urbano en lo social se suma al espacio privado. Casi como si tuviésemos un coeficiente que nos muestra que lo que pierde la sociedad lo gana lo privado, una sala, una plaza, un edificio, un barrio.

La genealogía de la urbanística montevideana que se desarrolla en Hilos rotos va desde los orígenes afrancesados y pretendidamente modernos de nuestra arquitectura y ordenamiento territorial hasta la actualidad, confusa y seguramente inscrita en un fenómeno superior, de orden sincrético y multidisciplinario. Arquitectura líquida, podemos decir, parafraseando a Baumann. Esa trama montevideana de paradigmas urbanísticos sucediéndose sin sentido queda expuesta cuando Aleman muestra las sucesivas etapas de Montevideo, desde sus orígenes metrosexuales, cuando era una ciudad constantemente mirándose a sí misma para fortalecer su autoestima e identidad a los años 60, cuando Montevideo pasó a ser una ciudad expresión de un cientificismo en “eterno presente que se replica sin pausa”, construyéndose sin memoria ni espesor pero con paradójicas veleidades de “vigencia eterna”, convencida hasta la necedad de que la novedad siempre es mejor, un acercamiento en clave urbanística a lo que hoy conocemos como “el nuevo uruguayo”. El análisis se enriquece con la Epistemología aplicada que la autora va mechando, articulada en una serie de comparaciones que convierten al libro en más que una tesis de arquitectura enfrascada: interdisciplinariedad. Pero también se nos da clara expresión de cómo las estructuras de conocimiento se van anquilosando, generando ámbitos técnicos a medida adquieren legitimidad.

El libro tiene rigor al citar documentos, incluso de comienzos del siglo XX, citas abundantes que por momentos enlentecen la lectura y el dinamismo interno del texto pero que siempre aportan datos explicativos, que a veces llegan graciosamente a exponer cómo las autoridades concebían su propia ciudad y sobre qué aspiraciones elaboraban las reformas urbanísticas. La lectura es cardinal pues ante todo, como comenta casi al pasar Aleman a lo largo de la obra, “la ciudad es el correlato físico de la sociedad moderna”, sirva esto para interpretar el sincretismo de estilos urbanos de Montevideo, sirva esto para tratar de entender cómo llegamos al distópico día en que una Iglesia de discutido prestigio acapara espacios antes dedicados a la cultura.

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