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"Hace tres meses que digo mi nombre"
Un par de personas aplaudían, otros tantos llegaban a ovacionarlo. El mediador miraba todo con serenidad y un tibio, rozando el frío polar, aplauso medido.
Muy bien, Héctor, muy bien... dijo el mediador, un hombre de pelo rizado y oscuro.
Pasemos a él -dijo, y señaló con su bolígrafo a un tipo flaco y desvencijado a un lado de Héctor.-
el tipo se dió por aludido
- ¿yo? interpeló con cara de miedo y ojos exhorbitados...
- sí, vos... cóntanos, ¿cómo te llamás? y volvió a señalar con el bolígrafo, que a esa altura era un símil de AK47 disparándole a la misma cara del pobre flaco, que se llamaba Edgar, pero no lo había dicho aún.
- bueno... yo... yo me llamo...
- vamos! vos podés!
- esteee.... eh...
- dale! vos podés- volvió a gritar una chica de pelo amarillo sentada frente a Edgar, que mascaba chicle a la vez que gritaba...
- me llamo... y su frente se empapaba en sudor...
la escena se prolongó por 2 minutos más, casi todos en silencio, algún que otro participante, de los más experientes en el grupo (tenían medallas incluso) le alentaban al anónimo para que diga su nombre.
Finalmente Edgar sucumbió, fue derrotado. Rompió en llanto.
- no puedo, no puedo, perdón, perdón enserio, pero no puedo, no puedo decirlo... decía dramáticamente.
muchos lo miraron con pena, incluída la chica de pelo amarillo de caderas pronunciadas que rondaba los 40 o 50 años.
El mediador intervino...
- para eso estamos, para que aprendas a poder, para que digas tu nombre algún día...
- es que no puedo! - gritó el anónimo.
- ninguno de nosotros podía al principio. No es fácil, tenés que entender que no es fácil.
Edgar lloró unos minutos más, mientras algunos de sus compañeros se iban presentando, algunos decían su nombre de primera, con modos automatizados y sin nervios. Otros tartamudeaban, les costaba, sudaban pero lo decían. Edgar era solo un novato, no había nada que hacer. Se sentía solo y anónimo en el lugar. Era su destino, ser parte de Anónimos Anónimos.
Mientras se presentaban Edgar sintió un poco de envidía de un tal Nicolás, pensó: él y su nombre tan lindo. Él decía su nombre tan así nomás, tan sin problemas. Seguramente te cargarás las minas repitiendo tu maldito nombre tan bien dicho, maldito Sr "yo digo mi nombre perfectamente" te crees tan superior... pero luego se le pasó al ver que no para todos eran tan sencillo.
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