Tercera guerra mundial

Todo comenzó casi como un chiste, Apple y Microsoft se lanzaban diatribas por momentos graciosas, juzgaban la calidad de sus respectivos productos como superiores a las de su competidor. De pronto notamos que en las visitas escolares que los niños hacían a las plantas de producción, las directivas empresariales sumaron divertidas coreografías, como para entretener a los niños. "Juegos que buscan trasmitir los valores de la compañía", se defendían desde sus oficinas los empresarios.
Los comerciales publicitarios también comenzaron a incluir estas coreografías que, poco a poco, fueron mutando. Al baile divertido, coordinado y locuaz se le fue sacando la música que lo acompañaba, en cuestión de meses se pasó de ser una simpática coreografía a un desfile militar apenas acompañado por unos redoblantes repicando en marcha imperial. En cuestión de menos de un año ambas corporaciones se estaban declarando formalmente la guerra a través de sendos comunicados llenos de eufemismos y palabras comercialmente agradables, la tercera guerra mundial era un éxito. Una guerra entre empresas, como debió haber sido desde el comienzo, nada de países, ese anacronismo vetusto parecido a una cortina de lana carcomida por polillas y que ya no era necesario. A los bandos se fueron sumando sus respectivos aliados, Pepsi de un lado y Coca Cola del otro, Mc Donalds Vs Burger King, Louis Vutton Vs Channel, la guerra había comenzado. Unos bajo el estandarte de la alegría ("Por un mundo más feliz", su slogan) y los otros reivindicando la calidad ("Tu calidad dice más que tu sonrisa", atacaban). Una guerra cool, llena de colores vivos, edulcorante y hermosas canciones pegadizas rebosantes en ánimo. Una guerra TOP que sería la envidia de todas las guerras del lejano S XX, lentas, analógicas, formales e imaginarias. Elijan su bando.

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