zombies globalizados

Hace apenas unas hs había amainado la lluvia cuando estaba como un zombie parapetado, cooptado por mi teléfono, esperando un mensaje salvador...Extrañas conductas se veían en vídeos de las redes cuando la tira de notificación campaneó como un buen augurio que señalaba un pedido por Once. Dos pizzas en una casa que queda por la cuadra de Cromagnon, más o menos... En esa manzana se quemaron decenas de guachos que iban a una misa pagana, nos guste o no la música, claro. Ahí mismo se reventó un tren al cual le fallaron los frenos, ahí pegado a Cromagnon fue eso. En esa manzana murieron aplastados como sardinas enlatadas decenas de laburantes que iban por ahí en busca de migas de pan, nos guste o no, la idea. 

Amenazaba un cielo verde con el bombardeo fatuo, oyendo Dinosaur Jr y a minutos según el GPS para cobr&%$! No se puede andar ya en la calle, la gente cruza distraída, destruida, y completamente regalada hasta cuando la ciudad está desierta. Este gil con mochila de glovo es parte del paisaje, un árbol mustio, un potus de concreto en la puerta de una embajada que te ve pasar. Supongo que en el fondo todos sentimos un poco de vergüenza. 

Un par de niños juegan a la pelota en una plaza a altas horas de la noche...


Porque la coima para entrar al zsielo es aceptar la esclavitud como parte indefectiblemente necesaria del paradigma, y gracias a la cual tendremos el increíble, el formidable ingenio fruto de la más moderna tecnología: que te manden 1/2 docena de empanadas a la puerta de tu casa. ¿Qué más podemos pedir? No me estoy quejando, Sr, Sra, Sre, yo ayer pedí eso y terminé con un compañero de la co-autopatronal de autoexplotados automatizados frente a la TV, automatizados viviendo un ensayo más dentro de este circo.


  • glovo usa glovo

  • glovo usa rappi

  • glovo usar uber

  • modernidad líquida etc.


Me atiende un hippie chetísimo, vegano, antiamericano, metropolitano, transiberiano, nietzscheano, propietario, fulano. 


  • increíble que llegaste - pará, color- ¿querés entrar? por las dudas a que sea algo peligroso, viste...


Son divinos los chetos, viven en un mundo dentro del cual la lluvia es una invasión. Un poco de lluvia no me va a matar. Siempre me ha fascinado el hecho de que la lluvia nos toque antes a nosotros que al suelo. No puedo no ver magia. Una vez una niña que quiero mucho me dijo "es raro ver agua que cae desde lo alto..." nunca más dejé de problematizar la lluvia. Es agua que se carga, ioniza o algo así supongo, no entiendo un sorete, ponele, andá a chequearlo, pero va hasta el cielo, se reconstruye y cae desde muy alto y tu piel está diseñada para ser permeable a esos químicos. Hay algo de puzzle resuelto en esa relación agua-piel, casi se puede decir que la piel es un juego de encastre por el que pasan pocas cosas, el agua es una de ellas. Es eso que tu naturaleza dice que te pertenece. Sé que exagero pero interpreten.

Bueno, me importaba poco la advertencia que cinco cuadras atrás me hizo ese oligarca excéntrico que leyó un artículo de la Wikipedia y flasheó Luca Prodan. Un tipo se tiró de cabeza volteando mi córcel de acero BMX de los hermosos noventas tan nirvaneros y tuve la suerte de que ese cubo de garcha amarilla con una Gé uranio enriquecido riesgo atómico - la mochila de garchas, de aquí en más - amortigüó mi caída absorbiendo el golpe: me salvé.

¡¿Qué carajos?! El chorro se me venía, logré escapar con mi mochila colgando de un brazo y sin demasiada dificultad, o yo soy muy veloz o él es muy estúpido: el THC en sangre no me permite verlo

dije "no, ya no más, se terminó"

Una cuadra más adelante me liberé de mi cadena. Abdiqué de mi mochila a la vera de un contenedor de basura con olor a meo. Tomé un par de fotos y las subí a IG, contando que ya era. 


  • Ya era ser mi jefe.

  • Ya era darle guita a unos locos hábiles para sacarle jugo a los pobres por dos mangos.

  • Ya era que nos den el despojo del aceite de coco que hermorragia tipo vinagre.


En minutos dos chorros más venían, ¡¿qué mierda?! por suerte eran unos pastabase (!) que corrían detonados neurológicamente, robotizados e inermes. Bueno, ya son como 10... Twitter dice por todos lados que hay una invasión zombie, ya la gente escribe lo que sea... son lentos son la plaga mismo, no puede ser... 

"No parecen usar sus cerebros, no hay atisbo de reflejos, no parecen medir consecuencias, van derecho como tarados con la baba colgando y persiguiendo algún aroma que anestesie todo saciando la ansiedad de estar muertos y con procesos fisiológicos aún". Dice un tweet. Tranquilo, poeta.
Sin demasiada dificultad los gambeteo, serán zombies pero no cazan una. En lo que a mi respecta son musleras. Cuando quiero ver muslera sale mal, me tienen rodeado, son putos zombies. Hace apenas minutos había amainado mi esclavitud, ahora sería servil a mis instintos más primitivos. Todo por no aceptar la invitación del hippie… en el fondo tengo claro que lo merezco. No por entregarme a la pereza o al nihilismo funcional de la app, sino porque, como todos, firmé el contrato invisible que dice que el mundo puede irse al carajo mientras te traigan comida caliente y likes tibios. Abandono mi córcel metálico y me interno en el barrio. A unas cuadras, bajo un cielo de óxido líquido y con olor a ozono industrial, la ciudad ya no tiene identidad: es una pintura de El Bosco renderizada con inteligencia artificial. Un perro come un brazo con tatuajes y aún con la grasa suficiente como para delatar que fue humano hace horas. Nadie corre, nadie grita, sólo hay pasos monocordes. Como una procesión sin fe. O con una fe rara, torcida, desesperada, muy humana. Ya sin mochila, sin pedido, sin rumbo, me metí en un edificio abandonado con una fachada de estilo francés, venida a menos, en donde el mármol percudido se confunde con escombros y el art decó con la humedad. Subo escaleras a oscuras como un murciélago que afina sus instintos, y me escondo en un departamento que alguna vez imagino como un hogar, una oficina, un consultorio. Ahora es sólo aire viciado, polvo y restos de una vida que alguien empacó a las apuradas. Las luces se van consumiendo lentamente por todas las aristas que asoman a la ventana. Ahí, entre los restos de una biblioteca rota, encontré algo que me heló la sangre: un chaleco de glovo manchado con sangre seca, le falta nomás un sticker que diga “entregar o morir”. Intenté no pensar, pero el ruido de los pies deslizándose por la escalera me recordó que hacerlo era un lujo. No sonaban apurados, ni violentos. Sólo constantes. Como el gotear de una canilla mal cerrada. supongo que esa constancia es lo que da miedo: la certeza de que no se van a cansar, de que ya no saben detenerse. Yo sí. Ellos no. Eso los define. Eso los vuelve invencibles. Eso los vuelve imbéciles.
Me parapeté con una silla rota. Escuché gemidos. Ruidos húmedos. Un olor agrio, de carne tibia y ropa mojada, se coló por debajo de la puerta. Apreté los ojos. Pensé en mis padres. En mis exparejas. En el tipo que me pidió disculpas porque no tenía cambio. En la pizza que nunca entregué. En la chica de la lluvia que me habló del agua. Y, por un segundo, deseé volver a ser esclavo. Porque ahí al menos, sabías para qué te estabas arrastrando.
Ahora no hay sistema, no hay patrón ni usuario. No hay notificación salvadora. Sólo hay hambre. Hambre sin lenguaje. Hambre sin política. Hambre que se arrastra por la ciudad en cueros. Rompen la puerta. Sus ojos no piden ayuda. Están vacíos como el rezo de un niño. Y yo, qué querés que te diga… Les abro. Acá no hace falta que te coman vivo para convertirte en zombi. Sólo necesitás tener un CBU.

Comentarios

También podés leer