Ya fue todo


En un abismo destruyo pensamientos,
sombras parpadean al compás del eco,
el alma es algo incierto, un frenesí enfermo
que busca refugio en un mundo óseo.

La apatía inunda las esquinas,
Una niebla fría y espesa,
deja un sedimento de gritos difusos,
pesadillas aterciopeladas en un horizonte derretido.

Rabia y huesos cansados,
palabras como peces afilados,
reptando hasta el vientre de un universo que no les pertenece,
intentando entender que nada vale mucho la pena.

Este laberinto de desesperación y ceguera,
en el que nuestras manos laten tempestuosas,
con lágrimas nerviosas, lavadas en una lluvia soez,
los náufragos creen que deben saber a dónde ir.

Ya ni el infierno tiene sentido 
Todos títeres en un teatro averiado
Brazos que se contorsionan para explicar palabras,
un desdén siniestro, inagotable.

Así consumimos un fuego silencioso,
donde vida y muerte se funden en un letargo,
desvanecidos en susurros taciturnos,
el ocaso de una vida reciclable.

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