La cultura de la extorsión

En navidad y reyes asistimos a ese exceso de cultura extorsiva inconsciente con el que se educa a los niños. Son de esas conductas que educan aunque a veces no pretendamos hacerlo. Educan desde el punto de vista de que reorganizan, preformatean, dan una interpretación a un hecho determinado.
Es entonces que a los niños se les dice una y otra vez, abusando de su ingenuidad, “portate bien porque sino papá Noel/los reyes no te va/n a traer regalos”. Esto es cruel y dañino, el niño aprende a dar para recibir, cosa completamente a contramano de la moral y absolutamente en la línea de quien negocia hasta con las ilusiones como Papá Noel lo es, porque no debemos olvidar ante todo, que papá Noel es la personificación de una ilusión de recompensa que el niño mantiene viva por buena parte de su vida infantil. El niño aprende que hasta el personaje más bueno, sano y desinteresado del mundo tiene normas de negociación según las cuales va a comportarse. Normas de castigo y recompensa, que se usan de la misma forma en que Pavlov educaba a los perros con galletitas.

Es de un salvajismo propio de una cultura como la contemporánea. Y de allí el hecho de que su comprensión esté limitada a la edad del niño. No nacemos negociadores y manipuladores, es algo que aprendemos a ejercer, como un derecho (el derecho a embaucar), como una virtud (un “hábil negociador”).

Luego los ajenizamos ante la mentira y la doble moral. Si un niño nos miente, resulta que “es un mentiroso” y no que “lo convertí en un mentiroso”. Y si nos manipula, ahora resulta que “es un manipulador” y no que “lo hemos convertido en un manipulador”. Es maravillosa y penosa la capacidad que tienen quienes educan a los niños para echarles la culpa a los infantes cuando cometen actos penados socialmente.

El educando nunca realiza un mea culpa dentro del cual parezca que entre sus convicciones está la de “no engañar al niño” o la de neutralizar la molestia que genera su sola presencia inquieta. Esa frasecita de “portate bien porque sino...” es, además de cruelmente extorsiva (puesto que juega con aquello que el niño más desea), también una demostración de imprecisión brutal. Eso de “portate bien” nunca está definido, de moda tal que “portate bien” siempre significa “hace todo lo que te digo”. Es extremadamente dictatorial y abusiva. Y se emplea mediante técnicas de extorsión que, como ya fue dicho, se emplean de manera completamente natural pero sometiendo al niño a una presión muy grande. ¿qué sucedería con nosotros si mañana nos dicen “portate bien o sino...”? ah, la pregunta no aplica ¿saben por qué? porque constantemente se nos dice “portate bien o sino...” ¿y saben qué hacemos ante eso?

Sindicatos, marchas, protestas, activismo puro. Reclamos que involucran el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento, reclamos morales, idiosincrásicos, juicios del peor tipo para el innombrable represor de nuestro albedrío. Pues bien, nada de eso le pertenece a los niños, que deben ser medios eunucos o estúpidos, porque no pueden ni deben expresarse. Ellos deben limitarse a portarse bien porque sino, y luego Papá Noel será quien decida si dar o no un regalo. Y hasta hay que mencionar que Papá Noel a veces tiene el descaro de regalar lo más barato que encuentra después de haber servido a los fines de una extorsión durante un buen tiempo, de modo tal que el niño se porta bien esperando una recompensa que a veces no llega, algo así como trabajar y que después te paguen el sueldo si se les antoja.

Educamos a los niños dentro de una cultura del más absoluto intercambio de bienes. Educamos dentro de una extorsión como si eso fuera el orden natural de las cosas, cuando a veces se trata de una frustración nuestra, que trabajamos extorsionados de tener que cumplir con un horario para poder sobrevivir.

Trasmitimos a los niños una lógica propia de los adultos, y pretendemos que la capten a total cabalidad cuando se trata de algo que no tiene nada de normal ni lógico.
No se da para recibir, se da porque se quiere dar.

Y el niño no debe portarse bien porque de otro modo habrá un castigo, el niño debería en primer lugar tener claro qué significa portarse bien, y tener padres que no le exijan a un niño lo que no se exigen a sí mismos. Luego el niño se portaría cómo le salga hacerlo, y si a los padres no les gusta es porque no tienen la suficiente amplitud mental como para entender a un niño (son cortos).

Dentro de mi cabeza, la única cosa que cabe con ese título de portarse bien es no hacer daño a uno mismo ni a los demás. Si un niño se alecciona dentro de un parámetro comportamental apropiado no tendrá por qué ser reprimido, puesto que la represión es el arma del primitivo que no entiende del diálogo.

Estamos criando máquinas, sacando niños que aprenden que “tenés que estudiar para tener un futuro mejor” y no para crecer mentalmente. Criamos máquinas en un mundo que admite juegos como el de correr alrededor de una silla, juego que no es más que la expresión misma de la competición en el capitalismo, un juego dónde siempre hay un lugar menos que la cantidad de competidores, y esto van a tener que empujar al de al lado o aprender a ser marginados del juego, competir.

Si no educamos para que los niños se porten bien porque sí no tendremos niños que sientan que portarse bien vale la pena. Los niños que viven muriendo de hambre y a la intemperie no tienen un “portate bien porque sino los reyes no te traen regalos”, esos niños simplemente carecen entonces de una justificación para “portarse bien”. Porque estamos en una sociedad que no enseña a “portarse bien” porque sí, del mismo modo que no enseña a “educarse porque sí”. El hecho de que nos inviten a portarnos bien a cambio de algo, genera que cuando ese algo que vendría a cambio no es posible, no tengamos motivos para “portarnos bien”. Pero es más fácil decir que los niños roban porque quieren comprar el último grito de la moda, como dice el ilustre héroe patrio, Bonomi.

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