Entrando a otros barrios
¿Quién critica al crítico?
Quién le da al crítico la potestad para decir "este es mi barrio" (en términos artísticos, por ejemplo) y desde qué autoridad es que ese tipo se encumbra para educar al resto de los mortales (¿?), impuros y no críticos (la existencia de críticos supone la existencia de no críticos, por aquello del principio de identidad de la lógica preposicional, de que cada X contiene a su opuesto, lo cual le da identidad a dicho X).
Podemos hacer un análisis más bienreal prejuicioso del ambiente uruguayo, dentro de éste análisis, diríamos que si bien es bueno tener el recaudo de que puede que no haya excepciones, el común de los tipos autodenominados como críticos son tipos que lograron acomodarse en un medio de prensa, ya sea mediante amigos, familiares, presiones, guita o quién sabe cuántos otros métodos. Este análisis obviamente desconoce la existencia de casos particulares y habla de un lobby intelectual amistoso grupo de personas dedicado a la reproducción de sí mismos trabajar denodadamente en pos de un buen producto.
Ahora ¿el hecho de que quienes ejercen como críticos de algo seanuna manga de acómodados amigos los inválida? En términos lógicos no, simplemente es una condición más. En términos morales la discución puede (y debe) ser eterna.
Alberto Kesman resumió su sentir cuando le preguntaron si era ético como periodista andar acomodando a su hijo (que no es otra cosa que un crítico de fútbol, uno con poco talento y escasa habilidad, opino). Kesman retorizó algo así como ¿qué padre no ayuda a su hijo?. Bien puede decirsele que como padre es una gran obra benéfica ambulante pero como periodista es un gran padre. Más que nunca Kesman es Kesman, el padre es el hijo, ahora. De todas formas hay casos de acomodados que ejercen buenas labores, creo que Diego Muñoz es un ejemplo hablando dentro del mismo palo (un palo no más tendiente al acomodo que otras ramas del arte).
Por otro lado tenemos a aquellos que consideran que para criticar hay que haber estudiado. Eso es, en términos de P. Bourdieu, violencia simbólica, y en términos de M. Foucault, moral técnica ¿de haber estudiado se desprende la cosa que le confiere autoridad a una palabra? Tantas vueltas, tanto citar autores y al final mi tía (peluqueraamateur) tenía razón cuando decía "¿viste la diferencia? lo que es haber estudiado, eh", y mi tía no estudió para decir eso, pero puede determinar que quien estudió tiene siempre razón. Es buenísimo, porque roza el borde de la más radical tecnocracia, una sociedad con profesionales para todo. Es entonces que nos encontramos con que tenemos carreras de la cantidad de pelotudeces cosas que a uno se le pueda ocurrir, como si no alcanzara con los politógos (¿qué es lo que hacen?) y los creativos publicitarios (como si la creatividad pudiese enseñarse como una disciplina más).
De todas formas, empero todo lo escrito, tengo que ser honesto y entender que estoy criticando a los que critican, o por lo menos poniendo en duda la supuesta autoridad tácita que éstos tienen. Autoridad que, de algún modo al escribir, me estoy arrogando. Por lo tanto no soy más que un mentiroso, un tipo que crea y cae en su paradoja, porque puede que el valor de la crítica es que los mismos argumentos con los que se legitima son los que pueden ser usados para deslegitimarla.
Por eso hice una pequeña salvedad al mencionar que una cosa es la crítica en sí, como cosa teórica. Y otra cosa, muy distinta, es la crítica en Uruguay, donde lo que hay no son críticos, son ninis que tienen que justificar un sueldo, gente que se gana el pan opinando.
Quién le da al crítico la potestad para decir "este es mi barrio" (en términos artísticos, por ejemplo) y desde qué autoridad es que ese tipo se encumbra para educar al resto de los mortales (¿?), impuros y no críticos (la existencia de críticos supone la existencia de no críticos, por aquello del principio de identidad de la lógica preposicional, de que cada X contiene a su opuesto, lo cual le da identidad a dicho X).
Podemos hacer un análisis más bien
Ahora ¿el hecho de que quienes ejercen como críticos de algo sean
Alberto Kesman resumió su sentir cuando le preguntaron si era ético como periodista andar acomodando a su hijo (que no es otra cosa que un crítico de fútbol, uno con poco talento y escasa habilidad, opino). Kesman retorizó algo así como ¿qué padre no ayuda a su hijo?. Bien puede decirsele que como padre es una gran obra benéfica ambulante pero como periodista es un gran padre. Más que nunca Kesman es Kesman, el padre es el hijo, ahora. De todas formas hay casos de acomodados que ejercen buenas labores, creo que Diego Muñoz es un ejemplo hablando dentro del mismo palo (un palo no más tendiente al acomodo que otras ramas del arte).
Por otro lado tenemos a aquellos que consideran que para criticar hay que haber estudiado. Eso es, en términos de P. Bourdieu, violencia simbólica, y en términos de M. Foucault, moral técnica ¿de haber estudiado se desprende la cosa que le confiere autoridad a una palabra? Tantas vueltas, tanto citar autores y al final mi tía (peluquera
De todas formas, empero todo lo escrito, tengo que ser honesto y entender que estoy criticando a los que critican, o por lo menos poniendo en duda la supuesta autoridad tácita que éstos tienen. Autoridad que, de algún modo al escribir, me estoy arrogando. Por lo tanto no soy más que un mentiroso, un tipo que crea y cae en su paradoja, porque puede que el valor de la crítica es que los mismos argumentos con los que se legitima son los que pueden ser usados para deslegitimarla.
Por eso hice una pequeña salvedad al mencionar que una cosa es la crítica en sí, como cosa teórica. Y otra cosa, muy distinta, es la crítica en Uruguay, donde lo que hay no son críticos, son ninis que tienen que justificar un sueldo, gente que se gana el pan opinando.
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