Hablemos de turismo
Se me dió por fijarme en el turismo, cómo funciona y trabaja, al menos una parte del turismo. Se puede decir que la base ontológica que describe la tarea en sí es algo como "definir un punto de interés, mapearlo, empacarlo y a vender".
O sea: querés visitar Ciudad Chuminga. Es grande, toda no la podés ver. Bueno: Yo, agencia de turismo Fulano, te armo un paquetito, decido por vos qué es lo más interesante, el precio más conveniente, el transporte más conveniente, te digo fecha, hora y lugar, y te paso a buscar. Vos Gardel; yo sé, vos no.
La agencia de turismo asume que el turista es un imbécil que, con suerte, le pegó una ojeada a Wikipedia. Ojo, en muchos casos tiene razón, porque así como hay agencias que reducen el turismo a una cuestión Fast Food, también hay turistas que llegan a una ciudad y lo primero, pero lo primero que hacen, es meterse adentro de un Shopping Center.
Ahora veamos al guía, un chanta de condiciones interminables. El guía va a tener que meter un discurso explicativo de una plaza o una estatua a unos 30 o 40 chinos que en su puta vida escucharon hablar de Lavalleja, así que tanto da decirles que Lavalleja fue un músico o un político, o todo junto. Cuando sos guía turístico podés frenar delante de una piedra sin sentido e inventar una historia. Podés parar en la esquina de un parque y ponerte a tirar fruta, “en este punto exactamente en el que estamos se declaró la independencia” de tal y tal cosa.
El último grito del choreo turístico lo han dado un grupete de protoperiodistas deportivos rezagados que no consiguieron lugar en alguna radio am mamándosela al locutor de turno. Estos simpáticos muchachos te hacen un tour futbolístico que incluye cosas increíbles como “tickets” (una entrada, si es para ver a Peñarol con dos por uno, y capaz que hasta revendida, con lo difícil que es conseguir una entrada para mirar el prestigioso fútbol oriental). Ya me los imagino, encima de un ómnibus, parando frente a cualquier casona que vean por ahí y diciendo “aquí fue donde nació y se crió el Chino Recoba” y repasando la carrera de tan ilustre fracasado oriental. O también, porque no, parando frente a cualquier descampado e inventando que tal o cual futbolista dió sus primeros pasos peloteando ahí, para el asombro de los 30 pelotudos que pagaron por algo que no deberían pagar, porque aparte es una fruta monumental.
Hace meses que sostengo que como país no hemos explotado el turismo dictadura. Hay una cantidad importante de gente, sobre todo argentinos, que tiene un morbito muy especial con regodearse de ver lugares dónde hubo torturas y cosas así. En Argentina el ya famoso Centro Clandéstino de Torturas de Orletti (base del Plan Cóndor cuyo nombre se debe a un error de lectura de un cártel) es ahora un memorial que hasta página web tiene. En Uruguay, como la idiosincrasia es otra, a la cárcel de Punta Carretas, donde se aburrieron de torturar tupas (mentira, no se aburrieron) la convertimos en un Shopping (¡Uruguay, Uruguay!). Tuve oportunidad de trabajar en un hotel, uno muy viejo, derruido y venido muy a menos. En varias ocasiones llevé a turistas argentinos a los fondos de dicho hotel, que estaban compuestos enteramente por paredes descascaradas, ladrillos a la vista (viejísimos, casco antiguo de la Ciudad Vieja de Montevideo) y cosas así. Ya tenía el discurso armado, le decía a los argentinos que ahí, en esos rincones sombríos, viejos y mugrientos se habían escondido decenas de Tupamaron durante la dictadura. Los porteños felices de la vida, como locos ¡se sacaban fotos! Sacáme acá, sacáme acá. Recuerdo que una pareja (muy simpática, realmente me caían bien) llegó a preguntarse con muchísima ilusión si “¿Pepe (por Mujica, claro) estuvo acá?” ante lo que me felicito por lo que considero una hábil respuesta: “mirá, si te digo te miento, no te puedo decir que sí ni que no porque yo no era nacido en ese entonces, pero que gente que andaba con Pepe estuvo es algo seguro”.
Opino que como país tenemos un caudal ocioso de mentiras sobre dictadura que podemos utilizar muy bien en términos turísticos. Podemos agarrar, por ejemplo, un árbol cualquiera, y decir que de ese árbol los milicos colgaron decenas de Tupamaros en ejecuciones públicas o algo así. Hay gente que quiere oír ese tipo de cosas, que viene a Uruguay a regodearse en el asco que residió o pudo residir adentro de la cabecita de un milico enajenado.
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