Ponele color

Los Hanunóo de Filipinas poseen una escala cromática distinta a la que conocemos en occidente. Según reseña Claude Levi Strauss en El pensamiento salvaje, ven los colores como plantas frescas o secas. Es entonces que el bamboo fresco que para nosotros es rojo para ellos es de color completamente idéntico al verde de alguna otra planta.
Esta simple anécdota es un punto de partida para el entendimiento (o más bien para el cuestionamiento) de algo que asumimos como tan evidente: el color.
No basta pues con una serie de mecanismos fisiológicos que hagan a nuestros ojos sensibles a las diferencias de frecuencia naturales a la luz de cada color. Ahora ponemos en juego el factor por demás subjetivo de la interpretación. Así tanto que Oliver Sacks describe en libros como Un Antropólogo en Marte o El hombre que confundió a su mujer con un sombrero cómo personas acromatópsicas de nacimiento ven el mundo en escalas de grises o cosas más complejas aún.
Del mismo modo, y también siguiendo alguno de los textos de Oliver Sacks, podemos recordar los casos de personas que nacen ciegas y, medicina mediante, recuperan lo que no perdieron porque directamente nacieron sin eso, el sentido de la vista. Sacks detalla cómo estos pacientes se topan de golpe a los 20 tantos años con un universo amorfo y agobiante, sin espacios definidos porque habían aprendido a medir el espacio sin ver y con todos los parámetros neurológicos trastocados. Esta gente tuvo que terminar "aprendiendo a ver" y, dice Sacks, aún así saben ver pero no saben mirar. 


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