Las venas abiertas de Twitter

¿Por qué será que nos acostumbramos a vivir mirando para abajo? 
Somos la generación humana que más mira para abajo en toda la historia.
Todos conectados literalmente en cada espacio libre que tenemos a nuestras pantallas incandescentes. Todos, lo escribo conectado a una. Soy consciente de lo fácil que es esta crítica, pero no creo que su sencillez la desacredite. 
Lo que en términos del francés Marc Augé es un "no lugar", hoy ya no es un aburrido viaje en bondi o subte. Ahora el No lugar es una excusa para scrollear un poco, opinar sobre macroeconomía, química, deporte, música, enojarse con alguien sin nombre ni apellido y, si nos da el tiempo, resolver el mundo.
Además, le decimos "frente a frente" a un funcionario político que "sos un burro", aplaudimos el gol de Suárez, te volvés a indignar ahora con alguien que no opina como vos sobre la reproducción de la langosta malaya...
Al mismo tiempo ves cuántas paradas te faltan para bajarte de ese 103 Villa García tan distinto a las fotos de Instagram todo filtradas que ves por ahí y de las cuales a menudo te gustaría formar parte. 

Recurriendo a internet para hablar mal de internet

Según estudios en la materia, una persona promedio desbloquea su celular más de 80 veces al día. Esto equivale a usarlo más o menos cada 10 minutos mientras estás despierto. Tanto se estudia esto que en Stanford hay un laboratorio de investigación en tecnologías persuasivas, que investiga el mejor modo de impactarnos con la publicidad digital. 
En ese laboratorio estudian cómo usar las webs para persuadirnos y captar nuestra atención. No está lejos de las cosas que vimos en Black Mirror. 
Elon Musk ha planteado que somos los primeros cyborgs de la historia, ya que el teléfono celular es a su juicio, una extensión de nuestros cuerpos. Somos cyborgs de respuesta lenta, androides manuales, computadoras con sistema operativo lento, que tarda segundos enteros desde que se dispara la orden en nuestro cerebro hasta que se materializa en el dispositivo.
Lo digital, el hipertexto y el enorme volumen de información on-line modifican nuestra sensibilidad, percepción del tiempo y del espacio, acercando todo un poco más, contribuyendo a un sentir mundializado, en términos informáticos y culturales.

Las venas abiertas 

Internet fomenta estructuras que nunca vimos antes y se asimilan mucho a grupos militares (la palabra militancia no se le parece por mera casualidad). Las venas abiertas de Twitter, si me permiten el desliz, fortalecen cada extremo discursivo en tanto la ausencia del riesgo implícito en una charla mano a mano se disuelve en la intrascendencia del océano binario. Tienen más resonancia los discursos extremistas que los moderados, y no necesariamente porque en su inicio estos atrapen a más gente, sino porque el consumo irónico es el rey de los consumos en el agora digital. 
Las redes sociales aprovechan hacks de nuestra neurología, vulnerabilidades de la mente, espacios de fragilidad a donde es fácil ofrecer una carnada y pescar.
Detectadas por el behaviourismo conocemos zonas liberadas de nuestra mente en las que somos presa fácil de nuestro ego, exhibicionismo y narcicismo. El éxito en el modelo de negocio de las redes sociales radicó en estudiar, aprender y aplicar cómo manipular mentes a escala global: el negocio es tu atención.

Cómo consumimos digitalmente 

La manipulación ya no es orwelliana, la red no necesariamente busca decirte qué tenés que pensar (aunque hay ejemplos dónde sí se formatea el pensamiento, las intranets chinas, por ejemplo). El control ahora es huxleyano, basado en el placer, en el narcicismo. En 1984 se temía el dominio por la fuerza, provocando dolor, censurando libros, información y acciones. Este tipo de censura tuvo cuerpo (y aún lo tiene) es muchos regímenes políticos pero hoy ya es visto como algo decadente. Huxley elaboró una distopía más acorde a la vida actual. En Brave new World (Un mundo feliz, en sus traducciones al español) desarrolló un sistema ficticio pero verosimil según el que la dominación se construía dándonos lo que más nos gusta, provocándonos placer sedatorio. Si bien cada tanto hay que explicar a algún trasnochado que ni 1984 y Brave New World son manuales de instrucciones, es llamativo el acierto de este último cuando vemos que se nos controla no censurando libros, sino censurando la sola idea de tener que leer uno. No se censura tanto la información sino que lo que se es sumergir a las personas en un mar de información irrelevante (o directamente falsa) que hace que no sea necesario consumir la información real o importante.

Amor por lo superficial 

La función esencial de los medios masivos de comunicación no es ayudarnos a pensar, sino ayudarnos a anestesiar la vida cotidiana, y eso se hace con entretenimiento. Asimismo, y acá viene Orwell, el gran hermano te observa, ¡cómo nos gusta ser aceptados! 
La parte de entretenimiento tiene un acepción bien amplia en este aspecto, porque tanto da un comentario sobre un futbolista como sobre el culo de una vedette o alguna cuestión política. En el océano de opiniones todas valen uno (1). 
Todas estas son formas de pasar el tiempo, modos distintos de entretenerse. Ninguno de esos comentarios se consolida en algo, son discusiones eunucas, hijas del ego, destinadas a vanagloriarse porque "le tapé la boca" o "demostré que es un delirante". 
En Huxley no se censuran tanto las acciones sino más bien se las dirige. 
Neil Postman (autor de Amusing ourselves to death) dice al respecto que ningún gran libertario y accionista social, nunca tuvo en cuenta el gran problema de la humanidad: el inagotable apetito por distracciones que el ser humano tiene. Esta gula ha llevado al hombre posmoderno a ser fácilmente engañable, poco desconfiado ante el entretenimiento. 
Mercaderes del espacio, y no me enredo más entre libros, es otra novela distópica en línea con lo antes esbozado. Fue escrita por Frederik Pohl y Cyril Kornbluth en 1953 y detalla un sistema económico que se tragó al sistema político, en el que las grandes compañías multinacionales ejercen el poder sin intermediarios y la sociedad fue estratificada en productores, ejecutivos y consumidores.
No es meramente un mundo donde el hombre de la publicidad es el rey; combina además el "perfecto" lujo y la escasez, completamente opuesto a la idea de noocracia. 
La noocracia es un sistema donde la mente está puesta al servicio del poder, y acá estamos recordando a Platón, precursor del concepto de Democracia que hoy más o menos entendemos. Y es que no vivimos una democracia de inspiración griega, sino en una representativa, casi opuesta al sistema griego.

A modo de conclusión

Todos estuvimos en reuniones donde quienes participan no están del todo ahí, en realidad. De a poco ya estamos en dos o tres lugares al mismo tiempo. En todos pero paradójicamente, en ninguno. Y no es sólo un juego de palabras, es la vida misma. 
¿Estás ahí si estás con la cabeza en más de un lugar a la vez?
Cada vez nos concentramos menos, disculpen el tono fatalista. De hecho, soy entusiasta de la revolución cultural que la masificación de internet en el mundo occidental ha significado, pero una cosa no quita la otra.
Engullen nuestra atención, apuntan a un público hipersegmentado y van con todo para ahí. Buscando que estemos mas tiempo conectados usan cualquier técnica de predicción de nuestra conducta. Ellos venden nuestra atención y para captarla usan pop ups, notificaciones, avisos incandescentes, clickbaits, ruiditos que podemos personalizar para que no nos molesten y contenido personalizado. Si el producto es gratis, el producto sos vos.
Un tweet sin likes es un tweet que no existe. 
¿Hace ruido un árbol que se cae en una selva sin testigos? 
¿Hace ruido un tweet sin un like?
Pero internet no es el problema, culpar a la máquina es la solución fácil ya que no es más que una herramienta. Ser responsables en el uso nos hará ser un poco más libres.

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