Hubo Cartas

Hace años, varios para ser franco, tenía una costumbre que ocupaba poco tiempo en mi rutina. Pero se trata de un tiempo especial, importante, resignificado por mí. Que no valía en condición de cantidad (mercantil) sino en condición de calidad (temporalización).
Escribía, cada unos diez días (para no abusar del recurso, supongo) cartas. Estas cartas asumían posiciones ficticias pero intensas, siempre muy reveladoras. Dotaba los textos de una profundidad amplia y por lo general, casi siempre diría, me desmadraba mientras escribía. Solían tener un destino común, caos y agotamiento mental. Pero eso no viene a caso.
Era otra época, no había muro de facebook para hacer esas cosas, no habían tantos blogs, no había un uso tan masivo de e mails, las cartas aún no tenían un valor tan único como hoy día.
El hecho es que esas cartas, que a veces llevaban títulos del estilo de "Todos los guarimos indicaban que nos estábamos yendo a la reverenda mierda" o cosas aún más incoherentes, terminaban bajo puerta o en buzones de vecinos, desconocidos en la mayoría de los casos.
Entre esos delirios, un día le dejé una carta a una chica. Era una chica, como cualquier otra. Pero llamaba mi atención. Quizo la casualidad de la vida que tengamos amigos en común de forma tal que un día la conocí, nos conocimos. Fuímos casi amigos, conversamos mucho. Y entre charlas y esas cosas le comenté que tenía "un amigo" que escribía cartas y se las dejaba en los buzones a desconocidos. Cartas raras, dije mientras jugaba a hacerme el estúpido. Me miro con un brillo en sus ojos, me vi venir una hermosa respuesta desde sus tersos labios medio cuarteados por el cigarro. Pero eso fue solo un segundo, me dijo "hace unos meses mi madre me dijo que encontró una carta que decía estúpideces en el buzón de mi casa, me la mostró... pero no la leí, arrancaba muy mal. Creo que la tiré por ahí... no sé, no me acuerdo, la gente está tan sola a veces..."

Comentarios

También podés leer