Serial: Música con pie de página

En un país poco afecto al hip hop, Peyote Asesino sonaba como alternativo a todo. La primera vez que los oí fue sobre un bondi en la radio de mis walkmans despintados. Iba en un 103-Villa García al liceo cuando de pronto, escuchando una radio comunitaria de una zona bucólica de Montevideo comenzó a sonar una canción que te hacía reír y pensar en iguales proporciones. Si uno ama la filosofía y el humor es porque, entre otras bandas, El Peyote fue de las que nos hicieron formular preguntas y casi nunca tener respuestas. Llegué al secundario y comenté con amigos la canción que acababa de literalmente sintonizar *Todos la conocían, yo era el que llegaba tarde a las cosas, como siempre... 
¡Hey!, pero esto no sale en FMs, el Peyote sonaba en radios comunitarias pero todos lo conocían. Y la banda en realidad era eso, una banda que todos conocían pero "no sale en ningún lado". Es posible que la intensidad del mensaje artístico y político ** haya asustado a más de un pacato DJ radial, pero luego llegó MTV y ahí sí, todos se animaron a subirse a la ola pasarlo.
También sucedía que uno miraba a sus integrantes y veía que más de uno tuvo cuestiones relacionadas con los milicos y su último golpe. Entonces ahí aparecía una coincidencia entre un Sistema opresivo y una individualidad liberada a través del arte. Esa coincidencia entre lo que se canta y quien lo canta tiene un nombre, se llama "sangre" y como sabemos desde gurises, si hay sangre es porque duele. La vida de sus componentes dotaba de honestidad el arte del grupo.
La otra característica de la banda es que tiraba referencias a un ritmo que entonces era imposible de asimilar. Hablamos de la época previa a esta era de sobreinformación que hoy navegamos (o en la que más bien estamos a la deriva...), donde cada vez tenemos menos dudas y prácticamente no existe algo que sea anónimo. Hoy si escuchás una canción y nombra algo que no conocés, inmediatamente lo googleás y en 10 segundos ya más o menos sabés por dónde viene la cosa, es una vida de incógnitas breves... Por finales de los años 90 eso no existía y algo que no entendías era pues, algo que no entendías y listo. Se lo terminabas preguntando a tus amigos, a ver si alguien tenía un dato que te sirva para entender mejor. Esa constante metástasis, propia del hip hop, te llevaba a que las canciones tenían un pie de página constante, la necesidad de complementar el acto artístico con cierta información adicional que te permita captar la totalidad del mensaje que estabas recibiendo.

El Peyote, Asesino Serial

Portada del disco
Jugando con la carpeta bajo el brazo, Serial llega impuntual, con 20 años de retraso, pero aparece como una patada de 220 voltios para la generación ATR cumbia 420 pa´ los negro´.
Sólo con 3 escuchas podemos tener claro que estamos ante un disco indócil frente a la alienación digital, con razones para tener el autoestima por las nubes y a la defensiva de las fórmulas fáciles llenas de ese olor a naftalina difícil de evitar en un género que a menudo se torna autoreferencial y repetitivo.
El sonido incluye sesiones enteras de bienvenidos guturales que son poco frecuentes pero muy necesarios para la gastada escena del rock nacional. Santullo dispara rimas futbolizadas que por momentos corren a una velocidad superior a la capacidad de procesamiento que un cerebro tiene y nos hacen dudar de nuestro raciocinio, del suyo y del de una sociedad que ya se había olvidado del sano hábito de pinchar un disco y dejarlo correr desde la primer hasta la última canción. Entre emojis y una descripción forense de la liturgia del macho pitocorto oriental, Serial plantea un juego de lírica y música donde siempre queda un enorme espacio 

para pensar.
Si la música es la tumba de los cra´ su epitafio dice "no te peines más que la foto es chica y vos no entrás". El Peyote Asesino no está acá, ahora está ahí, on demand, donde vos estés, con el metal jugando de 9 y la saturación pellizcando tus tímpanos para recordarnos los mejores sonidos del rock, ese insecto que muchos sordos dicen que está muerto.
Serial tiene un trabajo de producción de Juan Campodónico que parece haber sido hecho por un cirujano más que por un ingeniero de sonido. Canciones como En la B suenan pulidas nivel mármol griego y ya no meten el dedo, a esta altura le hacen fisting en la llaga a la mediocridad que la idiosincrasia del uruguayo llorón suele habitar. 
Otro de los puntos altos del disco es Pump Up The Parla, una furiosa poesía que suena como híbrido entre death growl y house, recuperando lo mejor de cada género. En la canción, el negocio de putear para hacer catarsis pensando que zafás, inflando la charla, es el centro de la versión del mítico Pump Up The Jam, de Technotronic.
Estamos en éxtasis, se extrañaba un estreno musical que te deje la piel vibrando. Serial se perfila para disco nacional del año y completa lo que a esta altura podemos considerar el ADN del Peyote. No sé qué va a pasar con la recepción del álbum, como dijo Gibson "la calle encuentra sus propios usos para las cosas" y ese lugar lo ignoramos; pero ya era hora de que alguien edite una obra de arte que nos invite a quitarnos el cable coaxil de la nuca. De mi parte: Gracias.

* en cualquiera de sus acepciones posibles.
** artístico en cuanto a lo que da forma a las emociones. político en cuanto a la forma que el hombre halla para ordenarse frente al mundo.

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