La Ruta del Mezcal
Tragar tierra durante más de 10 horas
por momentos sin rumbo, directamente derribando los pequeños arbustos
atravesando lo arcaico de un horizonte infructuoso
con el sol cuarteando tierra, dolores, piel y ropas.
De nada te sirve haberte comido tus verduras
escuchando Elevation en unos walkmans despintados
con las últimas pilas cargadas que tenía
(el casete de Television tenía 3 canciones y una era
una versión en vivo de knockin´ on heavens doors, realmente horrible…).
Los accidentes de nuestra ruta nos fueron llevando
mientras la muerte inflaba cuerpos anegados en polvo
cadáveres sin una gota de humedad dentro,
según nuestros cálculos estábamos a unos 10 kilómetros de nuestro destino
en un paraje cerca de Hotevillo-Bacavi.
David voló por los aires y hubo que regresar…
Yacía maltrecho, un humano en ruinas sobre una cama de espinas y arenilla
escarbo en la tierra petrificada y con algo de agua fabrico un lodo lleno de rocas
dibujo pétalos de barro sobre su cara para proteger su piel del sol
el hermoso color el de una flor de barro poco podía hacer a esa altura por él
trato de detectar la mayor cantidad de sonidos
identificar alguna ruta de salida, mientras David me implora que sigamos sin él
comprender dónde comienza y dónde termina cada uno
también era parte de este camino.
«Escuchó el rumor de unos niños en éxtasis jugando al fútbol, creo…»
dijo mientras escupía sangre y coherencia, todo a la vez
yo guardaría todo ese líquido, lo iba a necesitar
con agujeros en las rodillas, sus ideas chocaban entre sí.
El delicioso contorno de sus heridas en breve estaría infectado,
y alguna canción que sonaba, lejana y tenue
desde los auriculares desparramados en un pequeño pastizal congelado a 50 grados
por ahí crujía algún coyote, no tengo claro el animal pero no era vegetariano
Ana se haría cargo de la situación mientras yo seguía mi camino,
asumiendo una forma posible de hacerse cargo de morir disecado en un desierto…
Aquel chamán Hopi no podía estar lejos, las señas que me habían indicado eran claras.
Después de casi una semana rastrillando cada arbusto de la zona tenía que aparecer
mi única intención era poder acceder al ritual,
viajar en mezcal para que tiempo, fuego y agua se fundan en mi
y por fin mi vida, carente de sentido y emoción, siga como antes pero sin torturarme
La tarde dormía con el tono de una manzana machucada
autos uno, dos, un camión, tres, cuatro capaz
y una autopista, posiblemente la 264, perdiéndose a lo lejos
son varios vehículos y yo que no me decidía en si pedir ayuda para David
o seguir en ese camino narcisista del que no me animo a conocer final
alguna moto tal vez podría darnos una mano…
No mucho más, la estepa desértica no filtra mucho más ruidos
pienso en la cantidad de veces que me vi cayendo de la moto
que a esas velocidades, en esos suelos, era como caer siete pisos hacia abajo
mientras decenas de agujas perforan cada músculo de tu cuerpo
hasta que deseás no haber nacido,
pienso que en algún momento creí ser el hombre que inventó el suicidio,
me sentía muy original en la idea de buscar a un aborigen de 90, 92 años, 93, quién sabe
y consumir como un turista enajenado sus brebajes, sus artes desinhibitorias
para después de recorrer 500 Kmts por día languidecer
y recorrer interminables milímetros en mi cerebro
sabores que no tienen nombre y habitan el edén
nombres que no tienen edén habitan el sabor
atragantado con arena y sudando nafta, un minotauro moderno y averiado
mi búsqueda de una infidelidad narcótica perseguía la ilusión del recuerdo
dejar de retener imágenes, amanecer en la aquiescencia para que mi piel dejé atrás sus tensiones y grietas
conmemorar lo que no es como si fuese, pero sin que haya sucedido
Lo único que buscaba era morder la luna y que el aleteo de un colibrí afecte todo
Ya no tenía más pilas en el walkman cuando me di cuenta de que nada de esto hacía sentido
Emprendí el camino de regreso para darle una mano a lo que sea que quedaba de David y Ana
Nunca los encontré. Nunca di con el chamán del mezcal, ni con su ruta ni con mi nirvana
mis colegas habrían de estar desparramados por alguna parte del desierto impiadoso
espero que ellos reciban lo que yo buscaba
espuma que choca, un estado literario de padecimiento mental
y paz, olvidar que existimos por un rato, pero sin desear dejar de hacerlo
y hasta que nada sea distinto, que la vida transcurra como quien pide una lata de coca
en una máquina expendedora fabricada en 1990
y que en lo plano del dolor encallado en la rutina
se amortigüe un poco el fatal don que recibí de respirar y memorizar caras.
La gasolina se agota, la música se silenció
no sé dónde estoy, ni me importa, no sé qué estoy haciendo, ni me angustia
creo que esto ha sido todo para alguien que anduvo días sin rumbo buscando algo poco definido
sin una razón clara…
Armo mi tienda de campaña, un harapo lúgubre con 8 fierros
una cripta en la que apenas cabe medio cuerpo.
Me derramo sobre la arenilla tan dura como la vida lo ha sido
tan intensa como mis exageraciones existencialistas
han sido buenos años realmente, no me puedo quejar;
bebí lo que quise, contuve casi todos mis llantos y no he tocado una teta en años…
unas hormigas trepan por mi pantalón, el polvo se integra a la tela
creando un nuevo elemento de diseño, casi legendario.
No entiendo cómo hacen para estar vivas las hormigas, suponiendo que esto pueda ser llamado «vida»,
pero espero que mi cuerpo les sirva de algo, suponiendo que esto pueda ser llamado «cuerpo»,
a fin de cuentas este ha sido el motivo del viaje:
marearme, perder la cordura, entender que nada iba a cambiar por más que lo intente de un modo tan random
y aceptar que al fin y al cabo no hay tanto escándalo
vivir tiene que ver con esto
dejarse consumir por el sol
pero bajo una tibia sombra que nos permita irnos sin dolor.
por momentos sin rumbo, directamente derribando los pequeños arbustos
atravesando lo arcaico de un horizonte infructuoso
con el sol cuarteando tierra, dolores, piel y ropas.
De nada te sirve haberte comido tus verduras
escuchando Elevation en unos walkmans despintados
con las últimas pilas cargadas que tenía
(el casete de Television tenía 3 canciones y una era
una versión en vivo de knockin´ on heavens doors, realmente horrible…).
Los accidentes de nuestra ruta nos fueron llevando
mientras la muerte inflaba cuerpos anegados en polvo
cadáveres sin una gota de humedad dentro,
según nuestros cálculos estábamos a unos 10 kilómetros de nuestro destino
en un paraje cerca de Hotevillo-Bacavi.
David voló por los aires y hubo que regresar…
Yacía maltrecho, un humano en ruinas sobre una cama de espinas y arenilla
escarbo en la tierra petrificada y con algo de agua fabrico un lodo lleno de rocas
dibujo pétalos de barro sobre su cara para proteger su piel del sol
el hermoso color el de una flor de barro poco podía hacer a esa altura por él
trato de detectar la mayor cantidad de sonidos
identificar alguna ruta de salida, mientras David me implora que sigamos sin él
comprender dónde comienza y dónde termina cada uno
también era parte de este camino.
«Escuchó el rumor de unos niños en éxtasis jugando al fútbol, creo…»
dijo mientras escupía sangre y coherencia, todo a la vez
yo guardaría todo ese líquido, lo iba a necesitar
con agujeros en las rodillas, sus ideas chocaban entre sí.
El delicioso contorno de sus heridas en breve estaría infectado,
y alguna canción que sonaba, lejana y tenue
desde los auriculares desparramados en un pequeño pastizal congelado a 50 grados
por ahí crujía algún coyote, no tengo claro el animal pero no era vegetariano
Ana se haría cargo de la situación mientras yo seguía mi camino,
asumiendo una forma posible de hacerse cargo de morir disecado en un desierto…
Aquel chamán Hopi no podía estar lejos, las señas que me habían indicado eran claras.
Después de casi una semana rastrillando cada arbusto de la zona tenía que aparecer
mi única intención era poder acceder al ritual,
viajar en mezcal para que tiempo, fuego y agua se fundan en mi
y por fin mi vida, carente de sentido y emoción, siga como antes pero sin torturarme
La tarde dormía con el tono de una manzana machucada
autos uno, dos, un camión, tres, cuatro capaz
y una autopista, posiblemente la 264, perdiéndose a lo lejos
son varios vehículos y yo que no me decidía en si pedir ayuda para David
o seguir en ese camino narcisista del que no me animo a conocer final
alguna moto tal vez podría darnos una mano…
No mucho más, la estepa desértica no filtra mucho más ruidos
pienso en la cantidad de veces que me vi cayendo de la moto
que a esas velocidades, en esos suelos, era como caer siete pisos hacia abajo
mientras decenas de agujas perforan cada músculo de tu cuerpo
hasta que deseás no haber nacido,
pienso que en algún momento creí ser el hombre que inventó el suicidio,
me sentía muy original en la idea de buscar a un aborigen de 90, 92 años, 93, quién sabe
y consumir como un turista enajenado sus brebajes, sus artes desinhibitorias
para después de recorrer 500 Kmts por día languidecer
y recorrer interminables milímetros en mi cerebro
sabores que no tienen nombre y habitan el edén
nombres que no tienen edén habitan el sabor
atragantado con arena y sudando nafta, un minotauro moderno y averiado
mi búsqueda de una infidelidad narcótica perseguía la ilusión del recuerdo
dejar de retener imágenes, amanecer en la aquiescencia para que mi piel dejé atrás sus tensiones y grietas
conmemorar lo que no es como si fuese, pero sin que haya sucedido
Lo único que buscaba era morder la luna y que el aleteo de un colibrí afecte todo
Ya no tenía más pilas en el walkman cuando me di cuenta de que nada de esto hacía sentido
Emprendí el camino de regreso para darle una mano a lo que sea que quedaba de David y Ana
Nunca los encontré. Nunca di con el chamán del mezcal, ni con su ruta ni con mi nirvana
mis colegas habrían de estar desparramados por alguna parte del desierto impiadoso
espero que ellos reciban lo que yo buscaba
espuma que choca, un estado literario de padecimiento mental
y paz, olvidar que existimos por un rato, pero sin desear dejar de hacerlo
y hasta que nada sea distinto, que la vida transcurra como quien pide una lata de coca
en una máquina expendedora fabricada en 1990
y que en lo plano del dolor encallado en la rutina
se amortigüe un poco el fatal don que recibí de respirar y memorizar caras.
La gasolina se agota, la música se silenció
no sé dónde estoy, ni me importa, no sé qué estoy haciendo, ni me angustia
creo que esto ha sido todo para alguien que anduvo días sin rumbo buscando algo poco definido
sin una razón clara…
Armo mi tienda de campaña, un harapo lúgubre con 8 fierros
una cripta en la que apenas cabe medio cuerpo.
Me derramo sobre la arenilla tan dura como la vida lo ha sido
tan intensa como mis exageraciones existencialistas
han sido buenos años realmente, no me puedo quejar;
bebí lo que quise, contuve casi todos mis llantos y no he tocado una teta en años…
unas hormigas trepan por mi pantalón, el polvo se integra a la tela
creando un nuevo elemento de diseño, casi legendario.
No entiendo cómo hacen para estar vivas las hormigas, suponiendo que esto pueda ser llamado «vida»,
pero espero que mi cuerpo les sirva de algo, suponiendo que esto pueda ser llamado «cuerpo»,
a fin de cuentas este ha sido el motivo del viaje:
marearme, perder la cordura, entender que nada iba a cambiar por más que lo intente de un modo tan random
y aceptar que al fin y al cabo no hay tanto escándalo
vivir tiene que ver con esto
dejarse consumir por el sol
pero bajo una tibia sombra que nos permita irnos sin dolor.
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