Tríptico del subte

I


Se miran de reojo, como quien no quiere la cosa, durante 5 o 6 paradas de subte. No nace ninguna especie de subtexto ni lenguaje, no hay tensión alguna en las miradas porque Scan Mode On y a tratar de identificar qué onda con ese no-lugar que es el vagón de subte, un cajón de metal enterrado y en movimiento. Descienden en la misma estación y caminan metros casi al unísono pero cada uno en total disonancia mental con el otro. Él muy Halls y ella muy Beldent, nada que unas miradas no puedan aglutinar, pero no esta vez... Se convidan mutuamente sus anzuelos pero eligen fingir que ninguno llama la atención del otro. Él derrapa hacia donde se esconde el sol y ella busca verlo nacer, aunque falta un rato de asfalto para eso.

II


Ella llora con Moby, Slipping away creo que es la canción. Se emociona con la 5ª de Mahler en Do menor, pero no recuerda bien el nombre de la composición y la busca tanteando porque sabe que es "la quinta de Mahler". Una casa enorme sin muebles y fría pero donde uno puede reposar de prestado cuánto sea necesario hasta recuperar el brillo en el pelo y poder volver a lo que sea uno hace a los 20pico años. El tema es que esa composición le gusta mucho, y no le gusta contar que le gusta mucho porque tiene miedo a lo que piensen de ella, que digan que es una hipster y se la pasa postureando. Siempre le aterró parecer pretensiosa, así que prefiere hacerse la boluda y vivir sus consumos culturales casi como una doble vida, todo lo que sea necesario para hablar lo menos posible con otros humanos. Además, desarrolló una hipersensibilidad para detectar a los hombres que utilizan ese tipo de contenidos culturales para hacerse los wow. Los considera patéticos y no tarda un parpadeo en redflaguearlos. Le gusta Cold little heart de Kiwanuka, porque le recuerda cosas emotivas de su infancia, a pesar de que cuando salió la canción ella ya era adulta. Canta a los gritos Hey, de los Pixies, mientras sube las llaves térmicas en la casona. Tiene la costumbre de bajarlas antes de irse, total en la heladera nunca hay nada.

Él de repente lagrimea con Smile like you mean it, porque se recuerda en alguna época infausta donde tuvo que caretearla y eso le molestaba. Particularmente, los últimos días escuchó mucho el Badlands de Halsey, sobre todo las primeras 7 canciones, que son bastante melanco. Además, romantiza casi todas las situaciones que le acontecen en su vida, dándole un enfoque épico a cosas que no lo son (casi como poner un tilde donde no va), viviendo a flor de piel y con un cartel de "la re vivo" pegado a su frente. Ya no canta a los gritos, la llama se apagó, pero cuando lo hacía elegía canciones de los Redondos como Cruz diablo, las que no son tan conocidas, no quiere parecer un falopero. No sabe donde está la llave térmica de su Dpto, pero sí sabe que preferiría vivir en una casa y no en un edificio con las paredes de cartón y desde el cual oís mejor a tu vecino cuando se hace la paja que a vos mismo cuando tenés la cabeza embarrada.

III

Entró rauda a la sala principal, prendió una punta y la iba matando mientras encendía su laptop, como encolerizada. Comenzó a escribir en un block de notas que usaba como agenda, el primer procesador de texto que encontró en el Escritorio:

Un par de palomas escapan

desde bocas de cemento pintadas

con labial amarillo y letras incoherentes

languideciendo en un desierto

cientos de personas engullidas a diario

maletín mochila cartera cráneos y cubículos

los dientes metálicos trituran la carne que camina

un enorme embutido hinchado hasta reventar

un intestino metálico de cien metros

perfora la pradera llena de carteles

«Ud está aquí»

¿Qué sabés vos de mí que yo no sepa?

El páramo late al ritmo de una red

espera la presa, cincela cada movimiento en la tela

sabe dónde estás

todo tenía sentido cuando comenzó,

ya no, pero

de alguna manera, sé que

vos estás en este poema.

A él escribir le toma días, semanas. Pasó más tiempo del que pudo contar mentalmente hasta que colisionó de frente con un poema que sintió macizo y confiable:

Lobo despierto

Bajo al subte con lentes de sol

dos homúnculos se enredan

se incineran, confunden su ropa

se deshacen en un impulso antropófago

empapados en sudor y baba

bajo al subte con lentes de sol

dos zombies sonríen nebulizados

imbuidos por una pantalla que induce conductas

el neón quema la oscura penumbra

de una lámpara con tics al parpadear

bajo al subte, uso lentes de sol

un hombre con pantalón achupinado

farfulla no sé qué puteada en neolengua 2.0

sin dignidad, indignado, dando lástima

cree que el tren tiene un rumbo

uso lentes de sol mientras bajo al subte

mira al techo del vagón, mueve sus pies

sacude su cabeza incrédula, muerde el éter

sonríe a cientos de kmts de velocidad por cortos trayectos

olvida dónde bajar, lo hace corriendo

me quito los lentes de sol, no da

mascullo sin invadir su espacio «¿estás bien?»

«¿Quéres una pastilla?», responde

«Tengo un chicle», explico

nos agradecemos mutuamente

sin lentes de sol ni subte

el humo de las cubiertas y el polvo urbano

se funden dendríticamente y enraízan

en habitación vacía, en mensajes no contestados

todas esas gotas que no cayeron, fueron absorbidas.

Esa noche él soñó con el desierto, el fuego y un precipicio. El páramo encendido obtenía su combustible de algunas palmeras, pesadillas y reptiles del lugar, era la única explicación. En el sueño sentía el calor abrasador y temía por su vida... no le daban los pies para escapar pero las arenas del desierto eran movedizas. Se despertó pensando en que cuando era niño las arenas movedizas representaban un problema real en la vida, algo de lo que tener cuidado en cada playa. Luego, sin entender bien porqué, encadenó el sueño, la playa y la chica que había visto ayer, recordaba vagamente su mirada perdida por los andenes.
Ella soñó una ciudad oscura en tonos rojos y negros, mucha soledad, la ausencia de temperatura y una camioneta con un guitarrista que iba sonando por el lugar como una sirena abierta en plena emergencia. Casi como si estuviera tratando de despertar a todos a una nueva realidad, despertó sudando y pensando que los guitarristas son más lindos cuando no son tus novios, ya que siempre andan en algo raro. Luego, sin entender bien porqué, encadenó sueño, sirena y un hastío tan insondable como anónimo, de esos que se resisten a ser nombrados y eligen ese dolor sordo de todo aquello que se fue pero aún anda por ahí, molestando.

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