Diómedes, la frontera de EE.UU. con Rusia

EE.UU. y Rusia tienen una temporal frontera seca: las Islas Diómedes, o islas Gvózdev para los rusos

CONTEXT

Allá, bien arriba en los mapas, por el estrecho de Bering entre Alaska y la península de Chukotka, hay dos islas rocosas casi deshabitadas entre las cuales podemos viajar en el tiempo, además de morirnos de frío.
Las Islas Diómedes
La occidental, Diómedes Mayor, es rusa y no tiene ninguna comunidad humana habitándola. La Diómedes Menor es yanqui y tiene una aldea de iñupiaqs, los mal llamados “esquimales”.
Digo mal llamados porque a esa palabra se la considera despectiva en realidad, se habla más de inuit ('el pueblo', en su idioma originario), un pueblo con varias creencias como mínimo curiosas que luego contaremos.
Esta historia comenzó en 1867 cuando EE.UU. le compró casi 2 millones de km² de silencio y viento frío al imperio ruso, un lugar llamado Alaska y que todos conocimos como yanqui pero supo ser parte de la Rusia zarista
Hay que recordar que EE.UU. es un país prácticamente construido a billetazo limpio, algo único a nivel mundial.
Cuando se hizo esta transacción la incipiente nación estadounidense y el imperio zarista determinaron que el límite entre ambas naciones quedaría exactamente en el medio, y ahí es donde están las Diómedes.
Separadas por menos de 4 kmts
Este hecho carecía de la connotación que hoy tiene, Rusia no era una metonimia comunista ni EE.UU. un capitalismo en metástasis. Una de las principales diferencias culturales que había entre ambos países era que en Rusia se usaba el calendario juliano y en EE.UU. el gregoriano, al que se tuvieron que adaptar los alasqueños. 

Guerra fría, islas frías

Ochenta años más tarde, luego de la segunda guerra mundial y sumidos en el paradójico bochorno de la guerra fría, los ahora imperios en pugna se disputaban su influencia geopolítica y filosófico-económica sobre el mundo. 
Así fue como el telón de acero tuvo una prolongación de hielo entre las Diomedes. Los soviéticos eligieron que quienes habitaban la Diomedes mayor debían irse de ahí para evitar un conflicto directo en un lugar casi inaccesible para el Ejército rojo. Desde entonces esta isla está deshabitada, a diferencia de la Diómedes menor, que tiene menos de 200 habitantes, administrativamente norteamericanos. Familias quedaron separadas durante décadas por puro capricho político.
Lynne Cox
En 1987 la nadadora estadounidense Lynne Cox unió las Diomedes a nado en un cruce muy metafórico que pretendía bajar las tensiones de los constantes “agárrame, que lo mato” que tantas veces tuvieron estos dos gigantes con acceso a un botón rojo que ponía en riesgo a todo el planeta. 
Los entonces líderes, Reagan y Gorbachov, la felicitaron pero le recordaron que ese viaje que hizo era ilegal, ya que no había aduana limítrofe entre ambos países. Aún no la hay, por lo que técnicamente no se puede cruzar de un lado al otro.

Cultura milenaria

Los inuit de la Diómedes menor respetan su cultura milenaria, centrada en la caza de la ballena y con creencias folclóricas hermosas como que el mundo comenzó siendo solamente agua hasta que montón de piedras enormes cayeron desde el cielo, acumulándose hasta crear los continentes.
Además, en el comienzo sólo había un hombre y una mujer. Los animales comenzaron a ser pescados de un agujero en el hielo hecho por Kaila, la deidad superior. Uno por uno fueron saliendo todos los animales que hoy conocemos (y los que no también). El Reno fue el penúltimo animal en ser pescado, y era un regalo que debían ofrendarle a la deidad, el más lindo que podían hacerle ya que con él podrían alimentarse los inuit, siempre y cuando respetasen un ritual que permite que el alma del animal descanse en paz.
Diómedes Menor
Y es que, los inuit creen que los animales, además de tener alma, se dejan cazar, ofrendan sus cuerpos. El último animal en salir del hueco en el hielo fue el lobo, cuya función es matar a los renos enfermos, para que no trasmitan sus pestes.

Viaje en el tiempo

Entre Diómedes Menor y Mayor está la imaginaria línea horaria internacional de cambio de fecha. Si bien ambas islas están separadas por menos de 4 kilómetros, entre ellas hay 21 horas terrestres de diferencia, ya que el tiempo es una abstracción humana y no algo concreto, cabe acotar.
Así es como las Islas Diómedes viven días distintos. Uno puede pararse en la Diómedes menor mirando a la mayor para, literalmente, estar viendo el futuro… 
y adivinen qué: 
es igual que el pasado. 
Nada nuevo bajo el sol. O bajo el hielo.
De ese modo, si nos ponemos medio kafkianos, podemos referirnos a las islas como la “Isla del Mañana” y la “Isla del Ayer”. Técnicamente, si cruzamos de la Diómedes menor a la mayor estamos viajando en el tiempo al futuro.
Viaje en el tiempo
De hecho, cuando el invierno llega el agua que divide las islas se congela y se puede hacer ese viaje en el tiempo caminando. Así es como, durante varios meses, EE.UU. y Rusia tienen frontera seca; fría y seca. Los países que signaron el destino del planeta durante el S XX pueden ser unidos a pie.
Otra curiosidad es que las Diómedes forman parte del mismo archipiélago pero de continentes diferentes. Algunos imaginaron una autopista internacional que permita unir buena parte del planeta con un puente entre el Cabo Dezhnev y el Cabo Príncipe de Gales.
Facilitaría un cruce que hoy se hace esencialmente en helicóptero o avión pero se trataría de un carísimo puente que iría desde la nada misma hasta la nada misma, ya que hablamos de miles de kilómetros de páramo congelado casi extraterrestre.
Autopista imaginaria
De existir ese puente, cerraría un círculo histórico ya que hace miles de años toda esa zona en realidad estuvo unida. De hecho, se presume que cruzando por ahí fue que la vida humana llegó a nuestro continente.

Comentarios

También podés leer