todo llega para quien sabe esperar


Ella tenía una mirada desesperada, la de una persona que piensa que garchando con un tipo con guita se para. Un concepto vacuo, liviano, discapacitado y morbosamente infantil de que la vida se resuelve chupando la correcta. No es un concepto machista, nadie está diciendo que todas las mujeres hagan eso (de hecho lo hace 1 en un millón, ponele, yo conozco 1 o 2 nomás...) ni que los hombres no hagan cosas similares. Pero el hombre generalmente reserva su genuflexión para actos más indignos, para cosas que son peores que chupar la correcta.  El macho suele conservar ese espacio a autoindulgencia y humillación personal cuando siente que su posición como macho en la fila está en juego: cuando le tocan el culo. El hombre se calla porque es hombre, y porque es hombre a veces es que respeta su lugar en la jerarquía: El garca del medio no le dice nada al garca supremo, servil, siempre servil. Balde y lampazo en mano, si hay que limpiar el inodoro con la lengua los mangos medios cagones son siempre los que lo hacen. Los que viven su laburo como lo viviría un milico, esperando que le digan a quién hay que tirar. En la cabeza de este pibe la situación de ver una mina en total indefensión siendo sometida prácticamente delante de todos por un estafador internacional, era una situación donde se fisuraba el paradigma del éxito espontáneo, agregue dos tazas de agua y sea millonario. Todos los días pensaba un poco más en hablar. Llegó indefectiblemente, siempre llega, siempre la pirámide tiene fondo, el momento de hacerse cargo del lugar que ocupó, de mostrar si cómo líder que dice ser va a cuidar a sus amigos, a su tropa, y en vez de meterlos en un cono sin salida y con muchos damnificados, se pone los pantalones y se hace cargo de la situación. 

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