Un oasis de Niquel

Niquel acaba de editar Paz y Swing, posiblemente el más esperado de sus más de 10 discos. Uno sabe que sobra cuando ya nadie lo extraña, y todos extrañábamos a Niquel, que ahora nos dio una hermosa excusa para recordar nuestros mejores sonidos.
Paz y Swing
Se hace complicado comenzar una reseña sobre una banda que ya forma parte de la idiosincrasia montevideana... se corre el riesgo de terminar con un soliloquio narcisista más que desglosar los avatares de un disco tratando de desentrañar sus misterios y lugares, comprender sus búsquedas. 
El nuevo disco de Niquel es un viaje en una cápsula del tiempo que intenta revivir la pasión por música manufacturada, sin sampleos ni pretensiones de ser la vanguardia de nada, simplemente fluyendo en canciones que, por alguna extraña razón seguramente vinculada al mercantilismo del arte, no están en las grandes marquesinas de los shows pero sí en las noches sin promesas que no navegan sin el disco correcto sonando en tu reproductor.
Jorge Nasser es una especie de Bob Dylan uruguayo, un poeta de aventuras cotidianas, rocks de linyeras, blueses para sindicalistas y canciones dedicadas a episodios oníricos y chóferes advenedizos. La banda se completa con Gonzalo de Lizarza y Daniel González en guitarras, Enrique Sosa en bajo, Pablo Gómez en teclados y Roberto Rodino en batería.
Paz y Swing es una isla de blues & roll en lo que parece ser un océano de trap y ritmos caribeños que inundan cada esquina de los eventos musicales que hoy vemos. Para algunos, por su carácter rompedor y atemporal será un disco póstumo en vida, pero para mí es un grito desesperado por volver a las bases y vivenciar géneros que injustamente relegamos. Nasser, un tipo al que nunca le gustaron los sponsors, transformó las ocho canciones del disco en furibundas proclamas de principios que se extienden como filigranas por toda la obra para nunca pasar inadvertidas. Un buen amigo me dijo "no le pidas a Pappo que te haga In rainbows" y me pareció muy gráfico como imagen para terminar de comprender porqué Paz y Swing suena como suena; canciones vagabundas del dharma, un oasis compuesto de Niquel que va desde panfletos éticos como Cimarrón, el Bad Moon Rising del rock uruguayo, a melancólicas declaraciones de principios como Lo que voy a decir

Un homenaje necesario

Paz y Swing toma nombre de uno de los mantras que repetía habitualmente Wilson Negreyra, percusionista de varios discos de Niquel y un artista completísimo, que puso ritmo a buena parte de la música uruguaya de finales de los 80 en adelante. Negreyra, fallecido en febrero de este año, era uno de Los Terapeutas del sonido de Alberto "Mandrake" Wolf, tocó con músicos del calibre de Eduardo Mateo y Jaime Roos, de quien era primo y por quien le fue dedicado "Contraseña", uno de sus discos más recordados.  
Polifacético, Negreyra tocó también en bandas como Vendabá, 
Tocadiscos o El Barón Rampante, además de participar en canciones y recitales de figuras emblemáticas de la música nacional como Estela Magnone, Roberto Darvin, Jorge Choncho Lazaroff o Jorge Schellemberg, entre un extenso etcétera que da cuenta de lo importante que "Wil" fue para nuestra música. En una nota para el portal Cooltivarte contó: "he tenido la fortuna de estar presente cuando algunos compositores por primera vez ejecutaban lo que hoy son himnos de la música uruguaya y me decían: `mirá, tengo este tema que compuse en estos días´"

Comentarios

Gero ha dicho que…
Pahhh... ¡Que buena crónica, me encantó!
Idiotecario ha dicho que…
Gracias x leer!

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