Sin vueltas: Rumores Chinos, el disco del año

Erika Chuwoki es una banda de rock montevideana formada hace más de una década. Nació como un homenaje a una musa imaginaria del mismo nombre y con el tiempo se convirtió en un experimento artístico tan curioso como su punto de partida. Sus recitales funcionan como rituales y su música, disponible en plataformas digitales, acumula como mucho unas cinco mil reproducciones por canción, lo que la convierte en una auténtica banda de culto y una de las joyas más escondidas del rock nacional. 
Cofradía de la flor lunar. Integrada por Andrés Melo, Fabián Maccio, Andrés Ivaniski, Nilton Duplech y Marcos da Silva, la banda acaba de editar su cuarto disco de estudio, Rumores Chinos, una evolución respecto de lo que les conocimos en sus tres álbumes anteriores. En La inesperada mugre que aguarda inquieta (2013), conocimos un primer estallido donde la energía se confundió con la inocencia de amontonar un montón de buenas canciones desordenadas. En Psicobélica (2016), el caos encontró su propia gramática y las canciones se llenaron de curiosos neologismos que nos invitaban a explorar las letras; y Mute (2019), marcó un giro introspectivo, un ejercicio de creatividad en el que casi cualquier cosa parecía poder disparar una canción.
Música conspirativa. En sus letras se cruzan humor, crítica y absurdo. Las letras inventan sugerentes palabras como Himnorancia, XO-frenia escolar, Fuckultad o Hamburguesía, y parecen estar escritas desde un laboratorio del lenguaje, con la consciencia de que el significado es una herramienta incompleta y peligrosa.
Si bien la banda conserva cierto carácter enigmático (es imposible que te expliquen una canción, tocan poco, no hacen grandes panfletos…) en los últimos años, podemos escuchar cómo se fue incubando una identidad cada vez más nítida: una banda que pocos entienden y no se somete a dogmas ni repite fórmulas; entiende la distorsión como un paquete y la canción como su contenido, donde las preguntas buscan hacer eco.
Música Posutópica. Rumores Chinos, el nuevo disco de los Erika Chuwoki, persigue una voluntad autópsica, expresada en la disección de hábitos y ansiedades que atraviesan la vida urbana mientras nos tapa con una frazada de chips electrónicos y algoritmos. Breve Historia del Homo Gamer abre el álbum poniéndole el cascabel al gato: no narra, formatea la oposición binaria que la obra desarrolla, adelantando lo que viene. Y es que la banda compone discos temáticos en los que nada es casual. Ignorancia Artificial & Emojis Natura no contiene recetas trilladas: es la suma de creatividad y sospecha. Un pulso que late entre desconfianza y goce para desembocar en Ciruelas bajo el Valle de Psilicio, tremenda trampa auditiva, que nos advierte soslayadamente sobre los riesgos de vivir haciendo equilibrio como un funambulista que camina en un hilo fino entre “me lo tomo en serio” y “me río un poco”.
Música fractal. Rumores Chinos no es un moneyfiesto de arte, sino una preocupante advertencia de la cultura in the pendiente, con un idioma esmerilado en el que percibimos una tensión geopolítica dando vueltas a lo largo y ancho de la música. Entre logos desgastados que se van empantanando el disco flirtea con el nihilismo sin caer en la autodestrucción: baila con él, lo provoca y hasta le invita a un trago. El Estado del Caracol Sediento infecta la realidad en vez de explicarla. En la superficie, puede recordar a bandas de los noventa, con guitarras eléctricas que se montan a horcajadas sobre sintetizadores amablemente incorporados, pero en lo profundo nos inunda una sensación de intranquilidad ante la evidencia de que no podemos dar demasiadas explicaciones convincentes sobre por qué vivimos del modo en que lo hacemos. Y es que en sus anteriores discos Erika Chuwoki no sonaba así, el mejor ejemplo de esto está en Una canción dicha mil veces se convierte en verdad, donde la reflexión se vuelve autótrofa y piensa la poesía en función de su propia naturaleza. Estar conscientes del potencial de la música como vehículo cultural y convivir con la irreverencia de no pertenecer a los fenómenos de masas permiten que la banda posea un grado de libertad suficiente como para componer auténticas piezas de filosofía en clave musical. No buscan la corrección del lenguaje sino su fiebre, el límite a partir del cual las palabras oficiales se derriten como circuitos al sol, dejando expuesta la textura del error como forma de belleza. En Al fin & al Cabo... olvidamos nuestra charla, aparece como un mantra la sutil pero persistente sensación de no encajar del todo, de ser un glitch en un sistema que pide rendimiento emocional constante.

El grandilocuente Mensaje del I Ching para toda la población mundial comienza a cerrar el disco, filtrando entre beats y distorsiones la convicción de que el bien no vence al mal, lo completa. Y hacia el final (porque es un disco de apenas ocho canciones, cosa que también es una virtud, ya que de haber sido más largo y con este grado de densidad se habría convertido en algo inabarcable…), caemos de bruces contra Pomada China / El Agujero del Conejo donde descendemos por un vórtice hacia un lugar donde un algoritmo sabe más que vos, y la ignorancia artificial se disfraza de sabiduría instantánea. La canción resume el disco, que es una deriva obsesiva, a menudo fascinante, que te aleja de tu punto de partida hasta dejarte frente a un espejo que no devuelve reflejos, sino datos.
Rumores Chinos es una bomba de relojería envuelta en una caja de cumpleaños: colorida, engañosa y a punto de estallar. Es música para bailar con letras capciosas, que te hacen mover el cuerpo mientras el cerebro duda, sonríe y se pregunta qué carajos acabo de escuchar.




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