Srce Pojdel y la revolución

Se atribuye a "Fría mañana de Enero" el confuso honor de ser el último texto de Srce Pojdel. Su estilo, que podríamos calificar de "ansioso" (según Sergio Osta, su traductor más conocido) señala cierto hastío de Pojdel ante la incipiente sociedad de posguerra que nacía entonces. "El genio parecía ya ofuscado por todo", proclama Osta en el prefacio. "De hecho, sus reflexiones merecen cierta depuración, que debe ser hecha con mesura pero crueldad por parte del lector-traductor", se atribuye el intelectual que interpreta al genio. Es así que comprenderán la titánica tarea a la que se vio compelido el traductor, mientras elaboraba estas líneas...

"Y Ud creía tenerlo bajo control", advierte Pojdel ya de entrada. "Como se dice popularmente, el sujeto de la reflexión pojdeliana portaba sus cicatrices y mostraba su lucha... con pequeños avances pero grandes sacrificios que ya parecían ser el éxito en sí mismo", consuela en un análisis en apariencia superficial y amplio, que se irá encorsetando, Sergio Osta.
"El incipiente enemigo parecía claro... pero ya veo la próxima treta: Pensamos que tendríamos que presenciar 50 años de guerra para destruir al capitalismo pero el capitalismo ya dio señas de estar adelante del Comunismo, esta batalla ni siquiera llegó a comenzar... esta será una batalla simulada; mímica de una guerra", profetiza apenas entrados los años 50`s. 
La explicación que subyace a esto aparece desarrollada en forma de prolongaciones conceptuales que Pojdel elabora a partir de ejes temáticos de lo más diverso. Su análisis se afinca en el sentido común y la profunda y engañosa ilusión de libertad que el Capitalismo proporcionaría, en alianza con el liberalismo filosófico. Reproducimos completo el fragmento final de este texto de su autoría:

"En los abismos profundos del pensamiento humano, se alza majestuosa la paradoja de la revolución. En su esencia contradictoria, se revela el eterno vaivén de la historia, donde el progreso y la destrucción se confunden como amantes apasionados. La revolución como acto de rebelión audaz, busca romper las cadenas del pasado, desgarrando el tejido social establecido. Sin embargo, en su impulso transformador, cae en la paradoja de convertirse en aquello que combate: un reflejo perverso de la opresión que pretende abolir. 
¿Cómo es posible que el motor de cambio lleve consigo la semilla de su propia corrupción?
El guerrero de la revolución, ansioso de justicia y libertad, abraza su causa con fervor y pasión desbordante. Pero en su lucha por derribar las estructuras de poder, descubre que la sed de dominio se ha infiltrado en las grietas de su voluntad. ¡Es la voluntad de poder! (posiblemente la única forma de voluntad, en definitiva...) La paradoja se despliega en su discurso incendiario, donde la igualdad se oscurece bajo el manto de una nueva tiranía. El revolucionario, impulsado por el sueño de una utopía, se sumerge en la contradicción de su propia naturaleza. En su afán de construir un mundo nuevo, se enfrenta al dilema de la coerción. 
¿Cómo puede el opresor convertirse en liberador sin caer en la trampa del poder absoluto? 
La respuesta se desvanece en un laberinto de interrogantes sin respuesta. En los callejones sinuosos de la revolución, se gesta otra paradoja de tintes socráticos. Aquellos que buscan el cambio, descubren que el conocimiento adquirido en la lucha les coloca en un pedestal inalcanzable. La sabiduría de la experiencia se transforma en una barrera infranqueable entre el líder y las masas. 
¿Cómo puede un líder revolucionario representar a su pueblo cuando su comprensión de la realidad se ha vuelto inaccesible?
La paradoja de la revolución, con sus laberintos oscuros y caminos sinuosos, nos sumerge en un mar de preguntas sin respuesta. El círculo vicioso de la lucha eterna nos recuerda que en el afán de buscar la libertad, corremos el riesgo de caer en la esclavitud. La revolución, en su esencia paradójica, nos desafía a cuestionar nuestras convicciones más arraigadas y a enfrentar la complejidad insondable de la existencia humana.
En última instancia, la paradoja de la revolución nos invita a reflexionar sobre la naturaleza misma de la transformación social. Nos confronta con nuestras limitaciones y nos desafía a buscar soluciones más allá de los estrechos confines del pensamiento binario. Solo así podremos desenredar los hilos de la contradicción y forjar un camino hacia un cambio verdadero, trascendiendo las paradojas inherentes a semejantes cambios sociales."

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