Miles de pájaros azules gritando


Cuando el último testigo de ese ensayo en plenos suburbios de Nueva York abandonó el lugar, Tom Verlaine supo que tenía algo distinto en sus manos. Television era provocadora (que no es lo mismo que provocativa), disidente y fresca. La banda terminaría dando el primero de tres recitales frente a menos de 50 personas en el CBGB, un club debajo de un albergue para personas sin techo y que hasta entonces hospedaba, como su sigla lo indica, recitales de Country, BlueGrass & Blues, pero que a partir de ellos adquirió sitial privilegiado en la liturgia del punk neoyorkino como templo sagrado del rock.
Television sería motor de arranque para toda una generación de músicos. Verlaine componía poesías que susurraban juegos de palabras inconcebibles después de noches fumando porros y zapando canciones de The Velvet Underground, no necesariamente en ese orden.
La elocuencia de la distorsión fue el lenguaje que usaron, entendiendo que no servía de nada producir música sin derribar mitos. Entre Tom Verlaine y Richard Lloyd enredaban madejas de riffs guitarreros que obligaron a los taxidermistas de la música a inventar nuevas etiquetas para definir lo que estaban oyendo, porque punk era poco, porque jazz no era exacto. Alguien escribió que "decir que Television es punk era como decir que Dostoyevsky escribió cuentos". Así fue como los catalogaron de art rock, proto punk y yo qué sé qué más... más fácil era decir que Television era distinto a todo.
Ese día de diciembre de 1976 tocaron por primera vez en el CBGB transmutando al hoy desaparecido club en el cual luego tocarían Patti Smith, Talking Heads, Ramones y decenas de otros íconos del punk rock. Y así fue como entre fotos de Robert Mapplethorpe, colaboraciones con Blondie y sesiones fallidas con Brian Eno, se editó el hoy vernáculo Marquee Moon (1977), un disco imposible que entre las primeras 20 palabras que escuchamos menciona que Tom quiere volar por encima de las montañas.
Verlaine es la versión masculina de Patti Smith, un poeta convertido en músico que re-escribía letras de canciones de los creadores de la psicodelia, los 13th Floor Elevators, porque quería tocarlas pero no le entendía las letras a Roky Erickson.
Richard Lloyd, responsable de crear las segundas guitarras de la banda, las que dialogaban con los riffs de Tom, después de ser rockstar fue camarero, trabajó en un call center y compuso música para otras bandas en arrebatados intentos por sobrevivir. Material inflamable, su autobiografía, cuenta anécdotas que van desde los días en que Jimi Hendrix le dio clases (Richard fue el único alumno que se le conoció a Jimi...) hasta cuando los Led Zeppelin le pidieron consejos. Lloyd era el resultado de internaciones psiquiátricas, coqueteos con la parca y un curioso accidente infantil, cuando a sus cuatro años metió los dedos en un enchufe y de la patada que recibió quedó con tics nerviosos en su brazo derecho durante semanas. Tal vez por eso su afición a la distorsión, tal vez por eso el romance con las Fender Telecaster.
Cuentan que durante los recitales en el CBGB, entre solos de guitarra se oían los tacos del pool de quienes no podían detener el juego para ver a una banda tocar. El prisma de acordes que tejían tenía para Lloyd connotaciones antropológicas. En una entrevista comentó que para él, la música era "el único poder tan grande como el de una guerra, pero en la dirección opuesta a la de destruirlo todo".
Vagabundos efervescentes, compusieron un disco legendario pero nunca pudieron venderlo lo suficiente como para resolver su vida económica. No es equivocado decir que ni David Bowie, ni Sonic Youth, ni The Strokes - por sólo mencionar tres artistas con apogeos en tres décadas diferentes - sonarían como sonaron si Television no hubiese existido. Grabaron un par de discos más como para mostrar la sustancia de su sonido pero la repercusión cada vez era peor y, aunque nunca llegaron a separarse, el distanciamiento pareció suceder como esas cosas que se acaban sin que uno perciba qué está pasando. Según Patti Smith, quien supo ser pareja de Tom Verlaine, su guitarra sonaba como "miles de pájaros azules gritando" y le marcó el camino a decenas de vanguardistas que de otro modo quién sabe dónde carajo habrían terminado. El CBGB sería desde entonces para el punk lo que The Cavern fue para The Beatles: La Meca. Y la historia del club quedaría íntimamente ligada a la de la banda. Smith escribió en "Eramos unos niños" que Tom "estrangulaba el mástil de su guitarra" con locura y que al oírlo cantar era evidente que había leído a Rimbaud. Así fue como, en ese tugurio donde los sin techo calentaban sus manos en tachos de basura con fuego, la Blank Generation enhebró la columna vertebral de lo que sería su identidad. Así fue como Tom Verlaine se convirtió en el campeón sin corona de la generación punk.

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