ÚltimaMente - Marcuse y El hombre unidimensional
Ante todo dejar un link para personas con Asperger, una ilógica situación neurológica que complica mucho a un montón de personas, y que por su poca frecuencia está medio solapada, pero existe. Como muchas otras cosas.
Está de moda decir que alguien es ladrón porque la sociedad lo llevó a eso, y no porque se le cantó elegir ese camino y no otro.
Está de moda decir que hay que educar a los pibes y no meterlos presos.
Está de moda también, argumentar que la pobreza actual es el fruto de una estructura más amplia que nosotros mismos como sociedad y vinculada a factores de consumo y su plena satisfacción, que por el degradamiento de barreras kantianas o éticas deviene en moralidad propia.
Es decir, está de moda criticar que hay gente que deja de lado la ética y que pugna en su vida por hacer la mayor cantidad de dinero posible sin más.
Eso es la muerte del yo kantiano, que consideraba que la educación iba a sacar a la luz las mejores virtudes humanas y que la moral tal como la entendemos los occidentales era la meta suprema de una vida plena. Por nombrar a uno tomemos a Herbert Marcuse, uno de los más influyentes de la escuela de Frankfort (de corte netamente marxista), quien decía en El hombre unidimensional que la sociedad posmoderna no tiene espacio para el doble discurso. Compara Marcuse una sociedad en la cual se enarbolaban valores como el respeto, la tolerancia y la integridad moral e intelectual, con una sociedad (la actual, dice él en este libro escrito hace 50 años y pensando en Europa) en la que sin ningún pudor se menciona la popularidad y la obtención de bienes únicamente materiales como meta de la vida. Dice Marcuse que las sociedades anteriores tenían una suerte de doble discurso, una bidimensionalidad o hipocresía si lo queremos más claro. En la que la finalidad de una vida podía ser únicamente colectar tanto dinero como sea posible, pero estaba mal visto decirlo. Hacer demostración de esa vanidad era reprobado socialmente, motivo por el cual nadie se animaba mucho a decirlo.
En la actualidad, dice Marcuse cuando escribía el libro (es importante captar que no habla del año 2010 en América del Sur), no hay ningún problema si una persona afirma que lo único que busca en la vida es conseguir dinero y poder. En fin, este gigantesco apéndice sobre Marcuse que debería estar entre paréntesis es eso de degradar la moral kantiana de lo que veníamos hablando.
Y de eso de la moral kantiana habíamos hablado cuando muchos, hasta sin saber que lo están mencionando, decíamos que mencionan la degradación de los valores como el motivo por el que está lleno de pendejos malandras en el país.
Está de moda decir que alguien es ladrón porque la sociedad lo llevó a eso, y no porque se le cantó elegir ese camino y no otro.
Está de moda decir que hay que educar a los pibes y no meterlos presos.
Está de moda también, argumentar que la pobreza actual es el fruto de una estructura más amplia que nosotros mismos como sociedad y vinculada a factores de consumo y su plena satisfacción, que por el degradamiento de barreras kantianas o éticas deviene en moralidad propia.
Es decir, está de moda criticar que hay gente que deja de lado la ética y que pugna en su vida por hacer la mayor cantidad de dinero posible sin más.
Eso es la muerte del yo kantiano, que consideraba que la educación iba a sacar a la luz las mejores virtudes humanas y que la moral tal como la entendemos los occidentales era la meta suprema de una vida plena. Por nombrar a uno tomemos a Herbert Marcuse, uno de los más influyentes de la escuela de Frankfort (de corte netamente marxista), quien decía en El hombre unidimensional que la sociedad posmoderna no tiene espacio para el doble discurso. Compara Marcuse una sociedad en la cual se enarbolaban valores como el respeto, la tolerancia y la integridad moral e intelectual, con una sociedad (la actual, dice él en este libro escrito hace 50 años y pensando en Europa) en la que sin ningún pudor se menciona la popularidad y la obtención de bienes únicamente materiales como meta de la vida. Dice Marcuse que las sociedades anteriores tenían una suerte de doble discurso, una bidimensionalidad o hipocresía si lo queremos más claro. En la que la finalidad de una vida podía ser únicamente colectar tanto dinero como sea posible, pero estaba mal visto decirlo. Hacer demostración de esa vanidad era reprobado socialmente, motivo por el cual nadie se animaba mucho a decirlo.
En la actualidad, dice Marcuse cuando escribía el libro (es importante captar que no habla del año 2010 en América del Sur), no hay ningún problema si una persona afirma que lo único que busca en la vida es conseguir dinero y poder. En fin, este gigantesco apéndice sobre Marcuse que debería estar entre paréntesis es eso de degradar la moral kantiana de lo que veníamos hablando.
Y de eso de la moral kantiana habíamos hablado cuando muchos, hasta sin saber que lo están mencionando, decíamos que mencionan la degradación de los valores como el motivo por el que está lleno de pendejos malandras en el país.
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