Yo era yo, pero él se ha ido

Jorge Medina Vidal supo contar durante sus clases de los años 80 la historia de un niño que vivía en la calle mendigando y un día se encontró con un hombre recio que le hospedó en su pequeña habitación para permitirle dormir en el piso. El niño se vió hospedado por este amable hombre numerosas veces pero al despertar nunca lo encontraba. Un día el niño despertó muy temprano y se encontró con el hombre armando el nudo de una soga. El amable hombre que le hospedaba era nada menos que el verdugo de la ciudad de Londres. Dice Medina Vidal que nadie es exactamente igual a sí mismo, y que allí hay un ejemplo claro... “verdugos tiernos, pervertidos honrados y cuerdos insensatos” los hay y ser una cosa no quita la otra, porque “la forma más elevada de la moral reside en suspenderla”.

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