El tano

Se llamaba Godofredo y por eso todos lo conocían por su apodo: "el tano". Las gloriosas formativas de Danubio supieron conocer su tosco tobillo y el número 5 engalanó el dorsal de su camiseta hasta quinta división de formativas, cuando sus deslices de conducta en el campo de juego hicieron irreversible la expulsión del equipo. Para ser claro; el tano te cagaba a patadas, pero en 1990 un 5 bien raspador era casi parte de la genética uruguaya. 

No recuerdo su apellido, para ser honesto nunca lo supe pero su consanguinidad italiana completaba la figura de un futuro prócer deportivo que, de no ser por sus desbordes emocionales, posiblemente habría llegado a primera división. Ex compañeros de formativas lo recuerdan como un pibe lacónico dentro del campo del juego y con poca paciencia para enfrentar a los habilidosos, al primer amague de gambeta los codos aparecían como garfios para carnear al 10 de turno. Feo como trompada de patovica, el tano solía agarrarle idea a los petisos y desgarbados ante quienes arreciaba con un chaparrón de arrimadas de pierna, juntadas de tobillo y paralíticas. Gran manya de corazón, pegaba y protestaba durante la patada, adelantándose a la sanción arbitral ante la evidencia de que semejante guadañazo llevaría como mínimo una advertencia. 

Conocida es la anécdota del día en que un entrenador de juveniles tuvo la osadía de querer sustituirlo durante un picado partido clásico en el Pichincha frente a Defensor Sporting y el tano, casi afiebrado de calentura, no sólo no salió del campo de juego sino que a los pocos minutos se trenzó a piñazos con un jugador rival yéndose expulsado. "¿Querías sacarme? ésta me vas a sacar", increpó Godofredo tocándose la entrepierna antes de irse a los vestuarios y frente a la incredulidad del DT. Desde ese día sus días quedaron contados en el equipo franjeado y sería cuestión de tiempo para que lo corran del club.

Resentido y sin demasiadas herramientas socioeducativas a mano, el tano cometería varios hurtos a la sede del club durante los subsecuentes años al tiempo que su fama de hampón iba creciendo en todo Maroñas. 

Quien redacta estas líneas supo enfrentar al tano en varias ocasiones durante torneos de fútbol barrial y cruzar varias amenazas que el popular centrehalf por alguna fortuita afortunada (para mi integridad física) razón pareció olvidar. En uno de esos matches y tras haber sido víctima de un caño hecho involuntariamente por un adversario en una jugada entreverada sobre un borde del área, el tano prometió venganza y se retiró del campo de juego ante una protesta generalizada para volver a los pocos minutos con una faca carcelaria de un metro de herrumbre y así, espada en mano disponerse a apuñalar la humanidad de aquel atrevido rival que humilló la hombría del impertérrito 5. 

Bueno es acotar que el tano confiaba más en su fama que en sus habilidades pugilísticas ya que no son pocos los vecinos que supieron guantearse con él con suertes parejas. Era más boquilla que otra cosa lo suyo pero su fornido físico, la ausencia de algún diente y su actitud de bravucón hacían un gran trabajo amedrentando rivales. Una leyenda barrial lo señala viviendo como cuidacoches en Las Piedras tras haber pasado una estadía en una cárcel de Canelones mientras que otros vecinos indican que murió dentro de la cárcel tras haber caído por intentar robar un local de cobranzas. Lo único seguro es que al tano no lo sustituían del campo de juego, él se iba cuando y cómo quería. 

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