AL CARETA NI LA HORA

Qué fea esa gente que vive tratando de mostrar algo. A quienes todo se les va en parecer, contar qué saben, qué conocen, qué cosas compraron...
Es un espiral de insatisfacción, con unos grados de ansiedad ridículos. Si no se tensionan por el bien material que anhelan lo hacen porque ya tienen uno y temen perderlo. Qué trampa más efectiva es el consumo.
Se equivocan en las valoraciones, viven en la especulación de quien acumula sin entender para qué. Su enfermedad es el miedo, su música el barroco, algo que bloquee la mente, algo que evite el ardor que significa pensar. Que algo no sea instantáneo les recuerda que están vivos, les recuerda que son frágiles. 
Quieren acordar y están todo tomados, son eso. Todo se lo quieren consumir. Piden boleta por los amigos que se compran, como dice la canción. 
Y debajo de ese revoque de LED, Touch Screen y cartelitos de VIP, raspás y hay gente insomne que no le encuentra la vuelta a que 5 de cada 7 noches se desvelan tipo 4AM y no pueden pegar ojo. No hay Dios, arrullo ni billete que los duerma. El problema es tu vida, amigo.
Qué daño hace no frenar. Que nociva es una vida sin arte.
El marketing se volvió ismo, la gente ya entendió que si tiene más "es más". Hay lógicas inherentes a las disciplinas y acá es cuando camarón dormido se vuelve un poser careta y sometido al súperyo de la moda en nombre del prestigio.
El consumo es la piedra de Sísifo. Los pobres (pobres porque son desgraciados, no porque no tengan bienes materiales, no va por ahí... está bueno aclarar) se revientan el alma empujándola colina arriba y cuando sienten que están por llegar esa piedra siempre siempre siempre se va a caer cuesta abajo, creando el loop de insatisfacción crónica. La profundidad de los abismos de un ser infeliz es algo insondable.

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