El origen del Rap: rimar para vivir, la historia de las tradiciones orales



Las profundas raíces de las tradiciones orales relacionadas con música están en casi todas las culturas humanas. En occidente vemos su resultado más contemporáneo y evidente: el rap, un género en el que el sincretismo y lo urbano se encuentran en su misma esencia, además de nutrirse de una tradición milenaria que vamos a encontrar repetida en muchísimas culturas.

El primer rap

Si bien se asume que no existe tal cosa como «el inventor del rap». Podemos decir que, por temática y estilo, «Come Togheter» (1969, The Beatles) fue el primer rap popular de la historia, pero este éxito obviamente se debía a que para una banda de hombres blancos era más fácil ser masivos en Estados Unidos que para un grupo de negros. La realidad es que el género ya había tenido sus primeras insinuaciones unos años antes, aunque no sería equivocado poner un mojón en esta canción. «Come Togheter» tiene valor casi fundacional porque fue aceptada por el mainstream, dedicada al activista Timothy Leary, vinculada a su campaña política y hablaba de la cotidianeidad… esta canción removió los cimientos de la música popular para potenciar todo un género musical. Esto de que los Beatles potencien géneros musicales no era nuevo, apenas un año antes habían compuesto «Helter Skelter», una canción que puede jactarse de ser el primer heavy metal popular de la historia. Pero, ¿de dónde abreva el RAP? La lista es eterna… podemos recordar a los blues y soul mans del sur estadounidense, sin olvidar a James Brown. Los Ministros de las iglesias (bautista y metodistas) dieron su impronta escénica y ceremonial, además de una fuerte influencia del mítico poeta de la generación Beat, Allen Ginsberg… Los DJ’s son el excipiente sobre el cual se mueve toda la lírica, y hasta enraíza en figuras como Muhammed Ali y Malcolm X. No nos equivocamos si decimos que todavía no existe un género musical en la historia de la humanidad con una conjunción tan compleja y ecléctica de influencias, que van desde lo deportivo a lo político, pasando por la religión, la poesía y diversos estilos musicales.
Este fenómeno social es una expresión compleja de muchas alteridades que se mueven hipodérmicamente, es la parte visible de algo reprimido (u olvidado) en la sociedad, mucho más que un poco de música.

A lo largo y ancho

Sobre la edad media aparecieron en el sureste francés los primeros trovadores, que se hacían acompañar por músicos ambulantes llamados juglares. El trovador, a diferencia del griot, hace discursos alejados de la liturgia religiosa, ensalzando las virtudes del amor y haciendo proselitismo político, si es que se le puede llamar así a una suerte de canción provenzana oficialista de hace 700 años. Un poco más tarde, en la Gran Bretaña de los siglos XV, XVI y XVII conoceríamos a los bardos. Estos, además de dedicar su obra a revivir viejas leyendas europeas, tenían la característica de transmitir su oficio de generación en generación. Un poco más al norte de Europa encontraríamos a los escaldos, poetas vikingos que gozaban de un status venerado en su sociedad y estudiaban durante toda su vida para conocer mejores formas de condensar los discursos y desarrollar habilidades mnemotécnicas que faciliten la enorme tarea de recordar tantas historias. La poesía escáldica está atiborrada de aliteraciones y figuras retóricas, elementos que los bardos no solían utilizar. Los bardos fueron muy influyentes en la historia de las tradiciones orales europeas, los irlandeses por ejemplo formaban una casta hereditaria de poetas altamente educados, no sólo en literatura y música sino también en historia, cultura y tradiciones de cada sociedad europea. Ellos no sólo formaban parte de las cortes reales, sino que además vigilaban celosamente la redacción de crónicas y genealogías que el Reino guardaría en sus archivos; eran editores de la historia oficial del Reino, nada menos. Como humoristas que eran, los bardos tenían el deber de cantar las alabanzas al Rey y burlarse de sus enemigos, y podían ser juzgados por traición si no lo hacían. Tan respetados fueron que con frecuencia hacían tarea de embajadores o de enviados para resolver problemas entre reinos.

Y por casa cómo andamos


Nosotros en Sudamérica conocemos algo parecido a todo esto que venimos contando: los Payadores. Estos pelean en duelos, igual que los raperos, improvisan rimas satírico-sociales y sostienen una estructura elaborada en décimas, un tipo de composición muy particular que delineó buena parte de la historiografía musical del Río de la Plata, como bien cuenta Jorge Drexler. El payador viene del pago, está claro que hay relación etimológica entre ambas palabras; además de una intertextualidad idiomática rarísima con el idioma inglés y la idea de Page o Page Tales, que se relacionan con el arte de payar. Se trata de una tradición foránea, heredada de los muchos migrantes vascos y gallegos que vinieron a nuestros países en épocas coloniales. Una de las características más notorias de la payada es la repentización, es decir la improvisación rápida de los versos. Esta es, además, la base de la trova española, generalmente de 10 versos octosílabos (una décima) que repiten el inicio (la redondilla)… el famoso (y ya paródico) «no me gustaaa…» con el que suelen comenzar las payadas.

Ló único que no se improvisa es, como en el rap, la base musical. La poesía fluye (el «flow») sobre un sustrato rítmico repetitivo que queda en segunda plano (difícilmente alguien diga «qué bien toca el DJ»). Esto es un proceso complejísimo, la trova se convirtió en la manifestación cultural por antonomasia en el sur de Francia y norte de España, pero para ellos también era algo foráneo. Los responsables de toda esta herencia cultural son los árabes que ocuparon España, sobre todo a partir del S XIII, ellos llevaron el repentismo (improvisar poética) a Europa, y los españoles lo adaptaron a su vida y a formas métricas de poesía que ya conocían… así fue como desde Europa llegó por barco a nuestro continente.

Pero no sólo de trova nace la payada. La trova española cambia de región en región (no se olviden que España es muy diversa culturalmente…) y la payada también hereda parte de la tradición gallega de las regueifas. En este género el enfrentamiento entre los poetas era fundamental y esto recapitula una tradición europea llamada «Tensón», en la dos juglares se retaban musicalmente. También hay relación con los vascos, corriente migratoria fuerte en nuestras latitudes sobre todo en la primera mitad del S XIX. Ellos tienen el bertsolaritza (palabra euskera, versolarismo para nosotros), género en el que lo esencial es la métrica. La relación de los vascos con su idioma es fundamental, el lenguaje forma parte de una impronta cultural con más intensidad que en otras culturas.

Manteniendo la llama viva

La palabra rap tiene curiosa similitud con los rapsodas de la antigua Europa. Estos poetas iban de pueblo en pueblo por todo el viejo continente, recitando poemas épicos y sosteniendo viva una tradicional oral que de otro modo seguramente habría desaparecido. Eran figuras emblemáticas para la liturgia helénica, que tenían un rol social mucho más amplio que el que un artista hoy puede tener. Además, los rapsodas recolectaban una especie de mash up de la música y poesía de cada lugar. Esta figura dio lugar a las famosas Rapsodias, composiciones que tendrían fuerte énfasis durante el romanticismo europeo y consistían en algo así como un best of literario, que incluía partes de las canciones más destacadas de cada región del viejo continente.
Ahora, si hablamos de rap tenemos que pensar, por la negritud intrínseca a sus orígenes, más que en Rapsodas en los Griots africanos. Estos también eran poetas y músicos ambulantes, pero vivían en la África central. Ellos producían una tradición oral de caracter religioso, pero además solían caricaturizar a miembros de la sociedad como una forma de crear algo lindante con el humor. Mantenían, de este modo, viva esa necesidad de contar historias, que a esta altura parecería ser intrínseca a la cultura humana. Esta relación con el rap se funda en el color de piel y en el hecho de que los raperos estadounidenses son el recambio generacional de los africanos esclavizados durante el proceso emancipatorio del país norteamericano. Es una narrativa íntimamente vinculada a la resistencia social ante la discriminación, y nos dice mucho del rap como género, creando una imagen de lo complejo que es su sincretismo. La palabra «griot», de hecho, es la transliteración francesa «guiriot» de la palabra portuguesa «criado», o sea «sirviente». El bautismo lo hicieron los europeos de la conquista, de forma tal que todo el tiempo la herencia cultural nos habla de quién es el que canta. El autor forma parte de la obra, la resignifica.


Repasemos, tenemos la improvisación venida del repentismo árabe. Tenemos los enfrentamientos venidos de la regueifas. Tenemos la disciplina métrica venida del bertsolaritza vasco. Así como el rap recupera la herencia de los griots africanos, la Payada lo hace con los migrantes de la península ibérica.
Todo esto nos da amplia noción del valor cultural que las tradiciones orales tienen, y de cómo es necesario impedir que estas se pierdan en la nada, bien por estar sometidas al influjo de una cultura mundializada que tiende a la homogeinización o bien por formar parte de cadenas de valor que hacen preponderar lo económico sobre lo cultural. Es tarea nuestra mantener vivas estas raíces.

Comentarios

También podés leer